Raúl Molina
Se cumplen dos meses de lucha histórica y monumental de la ciudadanía para enfrentar a los poderes fácticos que han secuestrado al Estado de Guatemala. Los logros son abundantes –caída estrepitosa de la vicepresidenta, renuncia de seis ministros y otros funcionarios, desmantelamiento de redes de corrupción en los casos del lago de Amatitlán, La Línea, el IGSS, el “bufete de la impunidad” y la PNC, y captura de más de 100 delincuentes protegidos por # 1, 2 y 3– ¡Y aún hay más! El financiamiento de los partidos políticos, las transas al interior del Congreso y la burla al fisco por empresarios. Falta expulsar a Pérez.
En esta crisis, grupos interesados se han organizado. El CACIF, a través de su cúpula, ofrece dar a conocer en una semana su posición con respecto al proceso electoral. Parecen concluir en que no pueden descarrilar a Baldizón, Torres u otro “inaceptable”, sin parar las elecciones. Las fuerzas armadas unidas en torno a la Junta de Comandantes ya han recibido mensajes de la OEA, la ONU y la Embajada, de que no pueden participar en el “juego político”. El Arzobispo Vian habla como prelado máximo y también en representación de la Conferencia Episcopal de Guatemala y ha sido firme en respaldar el derecho de la ciudadanía a manifestarse y exigir profundos cambios. Son entes organizados y con peso político. Solamente nosotros, la ciudadanía, no tenemos un cuerpo representativo, a pesar del inmenso poder político acumulado.
La ciudadanía ha sido sabia al negarse a aceptar caudillos. No acepta “ismos”, como dogmatismo, hegemonismo, caudillismo y protagonismo, y aún menos manipulación alguna. No obstante, sí hay necesidad de organización y representación, porque es imposible que 60 mil personas llenemos el Estadio Nacional para tomar decisiones. Debemos encontrar un mecanismo que nos represente, al igual que a los millones de iracundos guatemaltecos y guatemaltecas, en todo el país y en el extranjero, decididos a transformar la situación. Necesitamos tener un instrumento para coordinación, diálogo, elaboración de propuestas consensuadas, interlocución ante Estado y comunidad internacional, y la ejecución de la estrategia, políticas y acciones para la salvación nacional.
Tenemos un antecedente reciente, no para copiarlo sino que para imitarlo y mejorarlo, que fue la Asamblea de la Sociedad Civil. Los diversos sectores tuvieron representación y, hoy, siguen siendo importantes, aunque nuevos sectores deben ser incorporados. En aquel entonces, fuimos convocados por la Comisión Nacional de Reconciliación, bajo el liderazgo de Monseñor Quezada Toruño. Hoy, puede convocar el Arzobispo Vian en compañía de otros dirigentes religiosos con plena representatividad, incluidos los sacerdotes mayas. Esta Asamblea Ciudadana puede empezar a funcionar a plazo muy corto, para proponer personas honestas que asuman el gobierno provisional, ya fuera Otto Pérez y secuaces, y modificaciones inmediatas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, de aplicación en 2015, teniendo en cuenta las propuestas del TSE y la Usac y muchas más de otros sectores ciudadanos. Hay que pasar de la protesta a tomar las riendas democráticamente.