Félix Loarca Guzmán

El próximo sábado 27 de junio se cumplirán 61 años del derrocamiento del coronel Jacobo Arbenz Guzmán, considerado por diversas interpretaciones históricas como el presidente más nacionalista que ha habido en Guatemala, quien impulsaba un proceso de desarrollo económico mediante un proyecto de capitalismo independiente, cuya base era la Reforma Agraria y la ejecución de importantes obras de infraestructura, para modernizar el país y contrarrestar el poder de poderosos monopolios estadounidenses del ferrocarril, la electricidad y el control portuario, que truncaban el progreso nacional.

Ese día, a las 21 horas, el Presidente dirigió un mensaje a través de la cadena de radio encabezada por TGW, Radio Nacional, dando a conocer su decisión de renunciar al cargo de Jefe del Organismo Ejecutivo que asumió el 15 de marzo de 1951.

El Presidente dijo que Guatemala estaba pasando por una dura prueba, ya que desde dos semanas atrás, se había desatado contra el país una guerra cruel. Denunció que con el pretexto que en Guatemala se estaba instaurando un régimen comunista, la Compañía United Fruit Company, con el apoyo de los círculos gobernantes de Estados Unidos, inició una agresión armada contra Guatemala, que incluía bombardeos y ametrallamientos utilizando naves aéreas.

En su histórico discurso, el coronel Arbenz explicó que la acusación contra el gobierno de ser comunista, era una patraña. Con la esperanza de que con su alejamiento del poder se pudiera detener la agresión y devolverle la paz a Guatemala, el gobernante renunció a su condición de Presidente de la República. Confiaba en que el Ejército Nacional, en cumplimiento de sus atribuciones constitucionales, expulsaría a los mercenarios invasores ubicados en el nororiente del territorio guatemalteco.
Sin embargo, eso no fue así, pues los principales jefes militares estaban comprometidos con los invasores, marcando el inicio de un proceso de destrucción de un sueño democrático, cuyas secuelas todavía marcan nuestro presente con un gobierno como el actual del presidente Otto Pérez Molina, que respira corrupción por todas partes y que ha entregado las riquezas del país al capital foráneo, y el control político a un Embajador extranjero, en abierta afrenta a la soberanía nacional.

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