Juan José Narciso Chúa

Gary Becker (1930-2014), un economista estadounidense, ganador del Premio Nobel de Economía en 1992, hizo una serie de aplicaciones de la economía a otras actividades de la vida, lo cual lo convirtió en un pionero en esa materia y siempre resultaron interesantes sus diferentes ensayos en la relación entre la economía y lo laboral; entre la economía y la familia; entre la economía y el desarrollo humano; entre otros ensayos que trabajó durante años. Hoy quisiera hacer una comparación similar y resumida para un artículo de opinión, entre la microeconomía y los partidos políticos –por lo menos así les llamamos a sabiendas que son un grupo de amigos, auténticas mafias y maquinarias electorales que emergen únicamente para las elecciones–.

El primer elemento para el análisis se refiere a la competencia, entendida ésta como aquella capacidad de diferentes empresas de ubicarse en un mercado en donde colocan sus diferentes productos y servicios; en este caso los partidos ofrecen ideas y que se enfrentan o compiten con otras entidades que también ofrecen dichas ideas, para convencer a los demandantes –que somos nosotros–, para que “compremos” sus propuestas e ideas –vale mencionar que éstas son sumamente limitadas y pobres de contenido-. Sin embargo, todas las entidades políticas son prácticamente lo mismo, pues su vacíes ideológica y su poca capacidad de propuestas serias, entonces llegan a un mercado no para competir, sino únicamente utilizando la propaganda y el mercadeo, nos ofrecen alternativas que únicamente cambian de colores, pero al final nada nuevo.

Con ello, se observa que los partidos políticos no compiten en nada, pues ante propuestas vacías, presentan una oferta limitada, a las cuales le añaden incentivos como láminas, comidas de ocasión y un pequeño emolumento a las personas. Por lo tanto, la competencia resulta inexistente, pues no encuentran competencia con las otras alternativas como podrían ser los Comités Cívicos o bien competir con partidos políticos distritales o locales, para enfrentarse a verdadera competencia.

Pero desafortunadamente, los partidos políticos son de corte nacional, gozan de economías de escala que los hace superiores en tanto cuentan con mayor capacidad de desplazamiento, mayor cobertura geográfica, más recursos financieros y una enorme capacidad de cooptación a los líderes locales, para que compren sus casillas por medio de compras directas y en enormes cantidades de dinero.

En el caso de la demanda, la misma no cuenta con toda la información disponible en el mercado para saber con claridad quiénes son los verdaderos dueños de los partidos –una primera señal de la opacidad que los caracteriza–, quiénes en realidad son sus candidatos; quiénes son sus financistas, por un lado. Por otra parte, tampoco conocemos como demandantes, sus propuestas, pues ya se dijo no se diferencian una de otra e igualmente resulta imposible conocer su escasa sustentación ideológica, por lo tanto, es difícil prever hacia dónde orientarán su gestión.

Como se puede ver una oferta limitada en sus propuestas y una demanda que actúa bajo la opacidad propia de los partidos políticos, con lo cual la oferta y la demanda interactúan en el mercado en forma limitada. Esta restricción de demanda se agudiza cuando nos deja merced de votar pero no de elegir. Tampoco existe suficiente información en el mercado para encontrar un elemento diferenciador entre partidos políticos y si hablamos de calidad como otro factor diferenciador, tampoco existe la calidad como un criterio que ofrezca un producto que nos motive a votar por elección de este tipo. Por lo tanto, al final, nos enfrentamos a una situación en donde no existe la posibilidad real de convertir a los partidos políticos en un bien que compita abiertamente en un mercado en donde la oferta y la demanda encuentren su equilibrio en el factor precio, pues este es de tipo elástico y no contribuye tampoco a establecer la diferencia. Esta es la verdadera realidad de los partidos políticos que no nos ofrecen nada nuevo y sus propuestas no hacen la diferencia. A esta condición de vacío nos enfrentamos hoy ante las elecciones y sin verdaderas opciones de cambio.

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