Martín Banús
marbanlahora@gmail.com
Creer que somos los guatemaltecos los que a través de las urnas repartimos el poder y establecemos las prioridades del quehacer político, es una ilusión que ya raya en la idiotez más sorprendente… Lamentablemente, no son pocos los que así creen. Se trata de esos que irán a votar creyendo que de ellos depende que las cosas cambien… ¡Vaya por Dios!
En contra de lo que se dice, no sólo sí podríamos caer mucho más bajo de lo que ya hemos caído, sino que así será en todos esos, ya lamentabilísimos índices como la violencia, la corrupción, la crisis hospitalaria, educacional, etc., etc.
Se insiste en hacerle el juego a una por demás indeseable campaña electoral, que parece a prueba de resistencia ciudadana, pero no sin con la ayuda de los canales y programas de T.V. Casi todos los días hay entrevistas con farsantes que pretenden ser Presidentes del país… Empresas de comunicación que alimentan la fiebre electorera al entrevistar a los susodichos farsantes, alimentando la idea de votar, votar, votar… Se trata de un sistema irremediablemente firme en el continuismo tercermundista, con la excusa, de la «democracia».
El universo de candidatos hasta ahora inscrito y conocido, nos da una fiel pauta de lo que será la próxima desgracia nacional hasta el 2020.
A juzgar por los ya inscritos como candidatos a la Presidencia de la República (P.R.) y después de escucharles decir algunas de sus más monumentales idioteces a unos de ellos, podemos decir sin temor a equivocarnos, que la candidatura presidencial pasó a convertirse, también, en una plataforma de cachimbiros, payasos y descarados, sin mediana idea de lo que pasa, ha pasado y se requiere en el país.
Que se postulen semejantes firmitas como candidatos para la primera magistratura del país, ¡es muy mala señal! Eso habla muy mal de todos: Del sistema electoral, de los financistas, de los partidos políticos, pero especialmente del electorado, pues es evidente que quienes promocionan a semejantes liebres, han estudiado la debilidad intelectual, psicológica y emocional del pueblo aprovechándose de ello, con mucho éxito. De esa manera, es como algunos partidos sólo ambicionan ganar algunas curules para diputados que vivirán a nuestras costillas, y se enriquecerán a lo bestia…
¡Pues sí! ¿Qué se puede decir del «soberano», cuando un payaso y, además, mentiroso, alcanza un tercer lugar en los sondeos de intención de voto? ¿Qué clase de conciencia política puede existir en semejantes votantes? ¿Qué clase de pesadilla es esta?
Lo hemos dicho en más de alguna ocasión: La democracia es un ejercicio sistemático e integral, es una filosofía basada en la empatía, es producto de una consciencia conductual superior, que la mayor parte de nuestro pueblo no tiene ni conoce aún… ¿Cómo esperan los europeos y los gringos, que haya democracia en un país que no alcanzan a comprender lo que implica vivir en democracia? ¿Cómo protegernos de la basura política, con tanta gente sin consciencia, que vota «democráticamente», por los más farsantes y sin que exista mecanismo alguno, para evitarlo? ¡Simplemente no se puede! Inevitablemente cada cuatro años se apoderan del país, los intereses más poderosos y espurios; pero ojo, lo hacen de forma legal y dentro de un «Sistema de Derecho, para satisfacción de aquellos extranjeros…
Podemos asegurar que dentro de cuatro años estarán, quienes voten próximamente, como auténticos imbéciles, recriminándose a sí mismos por haberse dejado engañar, ¡otra vez!
Votar será, que quede claro, sinónimo de complicidad con los nuevos sinvergüenzas que robarán a manos llenas, -y tendremos como ahora-, que conformarnos con la explicación de que el disque «Estado de Derecho», puede más que el verdadero deseo popular por cambiar a Guatemala. Alterarlo sería motivo suficiente para que el mundo «desarrollado» se nos venga encima… ¡Esa es, la ya no tan nueva forma de dominación! Así es que, acostumbrémonos a la idea de que nuestro país se degenerará más en los próximos cuatro años, sin que nadie lo pueda evitar, a menos que sea la CICIG pagada por las N.N.U.U., la que intervenga…
Pero no debemos perder la esperanza… Quizás cuando las instancias y las supuestas instituciones «constitucionalmente» responsables y encargadas de la soberanía nacional, se decidan a jugar el papel que les corresponde, podremos sentar las nuevas bases, sin excusas, para esa nueva Guatemala de paz, desarrollo y justicia social que todos deseamos.