Eduardo Villatoro
Generación va y generación viene, más la tierra siempre permanece. Sale el sol y después se oculta, porque se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur y rodea al norte; va girando de continuo y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Todos los ríos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven a correr de nuevo.
Ese párrafo es bíblico y corresponde al libro Eclesiastés (o El Predicador), y naturalmente contiene sabias enseñanzas: Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer; tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de buscar y tiempo de perder…
Cabalmente leía esas enseñanzas, después de haber meditado en Proverbios, al contar con tiempo de reflexionar porque el doctor Stanley Quiroz me prescribió reposo casi absoluto, a causa de cuadros patológicos que surgieron después del fallecimiento de mi amada compañera de vida, porque Dios escuchó mi plegaria cuando en un momento dado sentí que iba a enfermar de gravedad y le supliqué “No, Señor, ahora no, por favor; dilucide usted el destino de Magnolia, ya sea que sea tiempo de llevársela consigo o tiempo de sanarla, y después dispondrá de mí; pero por ahora ella me necesita de mi tiempo”.
He tenido tiempo de recorrer mi pasado al lado de mi recordada mujer que el mismo Eterno me dio por esposa; tiempos de vela, de dolor físico, de angustia y de comunión con el Eterno. Fue en tiempo de soledad cuando me enteré del fallecimiento de mí querido, admirado y respetado maestro, colega y amigo el poeta, periodista y dramaturgo J. Antonio García Urrea.
¡Si hubiera tenido tiempo para irme a despedir de Tonito!, el amable, modesto, sencillo, generoso compañero de faenas reporteriles cuando era tiempo de trabajar infatigablemente, para que no faltara pan en nuestras alacenas, ni abrigo para cubrirnos ni un trago de ron al terminar la jornada laboral “Pero con prudencia” aconsejaba el sobrio intelectual, conociendo mis inclinaciones juveniles.
No hay espacio ni para reseñar apretadamente su tiempo dedicado a cubrir informaciones nacionales, ni para describir a grandes rasgos su amorosa entrega a la crónica cultural, tanto en radiodiarios, como Guatemala Flash, en el Diario de Centro América y otros medios, sin faltar La Hora, en la que compartimos espacios en la sección de Opiniones, él en su atinada columna crítica “Desde mi Butaca”, que dejó de publicar hasta hace unos pocas semanas, cuando el tiempo de vida fue llegando a su tiempo, a los 94 años de edad, pero cuando tuvo tiempo escribió obras de teatro, algunas de ellas de carácter histórico y didáctico.
(El sensato Romualdo recoge este verso: -He aquí, solamente esto he hallado: el que Dios hizo a los hombres rectos; pero ellos buscaron muchas perversiones).