Eduardo Blandón
Hay palabras que algunos políticos no deberían pronunciar porque, o bien no les va, o porque no comprenden el significado de lo que expresan. Pero lo hacen, son atrevidos, envalentonados, impulsados quizá por los diseñadores de sus campañas que se aprovechan de la sacralidad de los términos.
Me refiero en concreto, por ejemplo, a Zury Ríos que en su propaganda política habla de impulsar la «revolución educativa». ¿Revolución? No cabe duda que la palabra debe estar muy desgastada para que la hija del exdictador, Efraín Ríos Montt, ofrezca una «revolución».
Pero más que el desgaste de los vocablos y su degradación, más que su vulgarización, creo que se trata del pedigrí que mantiene el término, aprovechado ahora por políticos rancios, con escasa catadura intelectual, más enfocados en sacar raja de lo que sea para alcanzar sus fines.
Zury es paradigmática cuando se trata de banalizar las palabras. Cuando anunció su intención de competir por la presidencia dijo, «Ante Dios y todos ustedes tomo la responsabilidad y la decisión de regresar a la arena política, a la política pública». ¿Ante Dios? ¿Cuál? ¿El de su padre? ¿El Dios vengativo, el Dios de la ira, el Dios del Ejército?
Dejemos a la candidata del partido Visión con Valores (otro ridículo más). Consideremos al bateador emergente del partido de gobierno, Mario David García. En sus discursos suele aparecer como defensor del estado de Derecho, la legalidad y la defensa del orden constitucional. Ensucia las palabras el periodista cuando pronuncia con desparpajo esos términos.
Nadie menos autorizado para hablar de la defensa del estado de Derecho que el flamante candidato del Partido Patriota. Lo es, en cuanto los cuestionamientos de su activismo político. Su pasado lo condena y su discurso agresivo actual confirman que se trata de un personaje que conoce solo desde la solapa de los libros el respeto a la Constitución y el estado de Derecho.
Hay que estar atentos del discurso falaz de los candidatos para ganar las elecciones. No debemos engañarnos cuando en su boca pronuncian palabras reputadas como revolución, honestidad, libertad, justicia o Dios. Piense que degradan los términos con un solo propósito: alcanzar el poder y medrar gracias al erario público.