Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com

Hay que ver como alzamos la voz escandalizados, cuando un hecho, digamos común, en la realidad de muchas personas en Guatemala, ocupa los titulares de las noticias.

Nos aporreamos el pecho, nos rasgamos las vestiduras y al día siguiente continuamos hablando de otras cosas, enviando invitaciones de “kiwi”, haciéndonos selfies patéticas y poniendo una expresión de repugnancia en nuestro rostro cuando unas gotas de agua salpican la ventana del auto y un niño con el rostro lleno de melancolías (literalmente) y los huesos casi en relieve, intentan limpiarla.

Así somos y condenamos la violencia y señalamos a los culpables. ¿Qué fácil no? “Mareros”, huyyyyyyyyyy. Y se vienen los calificativos: “antisociales, malnacidos, desgraciados, asesinos, hijos de puta”.

Y yo no sé, si su madre, la de ellos, sea eso o tenga la culpa y si ellos son en sí el problema.

En este país, en el cual nacimos y al cual nos hemos adaptado como las cucarachas, o sea le hacemos ganas, el problema es muy fácil de detectar y se llama pobreza, o dicho como es: miseria.

Esto deviene de toda esa retahíla de corruptos que han tenido el control del Estado por años y que han impedido que la gente se cure, se eduque, trabaje y viva, así  no más. Ha acrecentado las diferencias y ha hecho que solo pocos gocen de los derechos, que en papel son para todos, pero que en la práctica son privilegio de unos cuantos. Grupo que se amplía cuando los que desfilan por los puestos claves en los gobiernos, terminan sus períodos y, entonces forrados de los quetzales con los que no se compraron medicamentos, ni refacciones escolares, dan rienda suelta a su mal gusto a través de un mal gasto, pero bueno ese ya es otro tema.

Así que esas ideas, bastante generalizadas por cierto de  “acabemos con los mareros” y ese estigmatizarlos más, no va a cambiar la cosa.

Las manifestaciones de los sábados son un inicio, un intento por sacar las manzanas podridas del canasto, pero esas frutas bíblicas no son esos jóvenes que hartos de tanta hambre, abandono, e indiferencia, que cansados de cargar su colchón cada vez que el invierno llega para que no se lo lleve la corriente, o de ver morir de diarrea (causa de muerte común en Guatemala) a sus hermanos, optan por unirse a un grupo en donde tendrán alimento, atención y por supuesto cosas materiales que han sido nada más visiones en la televisión.

No nos fustiguemos, ni arremolinemos contra las hojas que brevemente penderán de un árbol cuya raíz se fortalece bajo el amparo de los poderosos. El otoño que igual no se marca acá, llega a sus vidas demasiado rápido, ese es el futuro que este país promete a los jóvenes sin recursos, lo da en bandeja al igual que la pobreza, que se expande y crea más brotes de dolor, de rabia y de necesidades.

No veo por donde cambiarán las cosas, corruptos se van y corruptos llegan y mientras tanto, aunque no lleguen a ser mencionados en primera plana, docenas, sino es que más de niños interrumpen sus sueños cada día.

 

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