El tiempo pasa inexorablemente y el proceso electoral se mantiene en medio de la indiferencia de algunos sectores y la complaciente participación de otros, pero con la absoluta certeza de que el resultado será exactamente más de lo mismo. No habrá ninguna modificación a las reglas de juego porque el sistema está blindado para evitar interferencias de quienes pretendan reformas para contener los vicios de nuestra falsa democracia.
Aún en el remoto caso de que el Congreso aprobara una reforma, la misma será al gusto de los diputados y para mantener o mejorar sus posiciones y privilegios. Ni modo que los diputados que han hecho de la curul su forma de vida van a contemplar siquiera limitaciones a la reelección o la posibilidad de que comités cívicos puedan postular candidatos. ¡Con lo que cada candidato tiene que pagar para obtener una curul! Sería como matar la gallina de los huevos de oro.
Quedó absolutamente demostrado, con tres botones de muestra, que vivimos en medio de la porquería porque la corrupción se adueñó de las instituciones nacionales. Las Aduanas, el Seguro Social y el bufete de la impunidad son apenas la punta de un enorme y colosal iceberg. Ni por asomo se crea que eso constituye el problema, puesto que si se escarba más, en el mismo IGSS se verán infinidad de negocios turbios cometidos no sólo por la última administración sino también por las que le precedieron. Si se escarba en la SAT veremos que lo de aduanas es parte del negocio, pero hay otras muchas áreas, como las devoluciones de crédito fiscal o la negociación de ajustes, en las que corrían enormes cantidades de dinero.
Y no hemos ni siquiera entrado a ver el tema de las medicinas y de la proveeduría a salud pública, jugoso negocio que lleva décadas de engordar asquerosas billeteras. No digamos el de los contratos para la ejecución de obra pública, con o sin deuda flotante, que ha generado exministros que son verdaderos millonarios y hasta más de algunos que son realmente multimillonarios.
Le impresión de libros de texto, las concesiones mineras, los pactos con las petroleras para apañarles el juego con los precios, los negocios de la documentación de las personas, los trinquetes de migración y un larguísimo etcétera que da pena y vergüenza.
Pero sabiéndolo, hay todavía suficiente votante para que, como borregos, se consagre al sistema por la vía electoral gracias al acarreo de quienes, curiosamente, son las víctimas de la corrupción porque ésta empobrece a nuestro pueblo y lo castiga condenándolo a la desnutrición y subdesarrollo.