Eduardo Blandón
Hay épocas en la vida de las personas donde lo que más brilla en ellas es la inocencia. Son esos años de vida púber en los que se cree casi todo, los días de la fe que coincide con los deseos de heroicidad. Una especie de infancia espiritual en los que nacen aspiraciones genuinas: cambiar el mundo, ser misionero en lugares inhóspitos y tener fe en la humanidad.
Con el tiempo los ánimos cambian. El espíritu se habitúa a la mentira del mundo y nace para siempre la desconfianza. Se aprende, más o menos, a distinguir la paja del trigo. Se vive en clave de sospecha. Es un paso necesario cuyo no tránsito condena a la estupidez y sin duda puede acarrear grandes problemas.
Poca gente con los años vive en estado de candidez. Menos aún quienes por la naturaleza de su oficio se acostumbran al universo de la superchería y las trampas: políticos, auditores, comerciantes, científicos e investigadores, entre tantos otros. Pero no se necesita ir a la universidad para estar despiertos, la mentira está tan extendida que difícilmente se puede sobrevivir siendo incauto.
Por ello, es difícil pensar que, por ejemplo, quienes formaron parte de la Junta Directiva del IGSS (ahora en prisión), se dejaron timar de primas a primeras y firmaron documentos, sin apenas enterarse del contenido de los textos. Tendríamos que postular estupidez por parte de los representantes del Seguro Social y esto es virtualmente casi imposible (aunque cabe otro tipo de tontería. Existencial, digamos).
¿Ingenuo el Presidente del Banco de Guatemala? ¿Cándido el Presidente de la Junta Directiva del IGSS? ¿Niño de primera comunión el vocal nombrado por los patronos? ¿Inocente el subgerente del IGSS? No, absolutamente. Son personas fogueadas por la vida, con trayectoria, sagaces, vivarachos… con mucho sentido de la oportunidad.
Pícaros de alta catadura. Al estilo Baldetti: descarados, inescrupulosos, avaros, desmedidos, megalómanos, cínicos. Cortados a la medida del exsuperintendente de la SAT quien falazmente indicó que “La letra R era de recaudación” en su exposición ante del juez B primero de Mayor Riesgo Miguel Ángel Gálvez. Más que inocentes son sinvergüenzas.