John Carroll

Tremenda indignación causaron los hechos violentos que nuestra ciudad capital vivió ayer y anteayer por los crueles asesinatos de dos profesionales, el primero el día martes por la mañana en plena Avenida de Las Américas sufrido por la licenciada Xiomara Reyes y el otro el día miércoles temprano por la tarde cuando acribillaron cobardemente a balazos al licenciado Francisco Palomo. Los dos profesionales se unen a los restantes 13 guatemaltecos que en promedio mueren día a día en nuestro país a manos de la violencia. Por la importancia del papel que juegan estos profesionales en la sociedad es que este tipo de casos hace que la atención pública se eleve. Nada tiene que ver con que unas vidas valgan más que otras, toda vida humana tiene un valor incalculable para la sociedad y para la humanidad porque cada ser humano es capaz de agregar valor a la cadena de relaciones que existe entre nosotros y eso puede dar como resultado que nuestra especie evoluciona y se desarrolla constantemente.

Los sicarios que llevan a cabo este tipo de acciones no tienen idea de lo que destruyen y el dolor que causan a las familias y amigos que les sobreviven. Simplemente actúan como animales y cobran sin escrúpulos unos cuantos pesos por el trabajo. La historia del ser humano nos indica que en las sociedades siempre hay y habrá desadaptados y el tratamiento de estos desadaptados es precisamente uno de los objetivos fundamentales de las reglas que nos imponemos para vivir en sociedad. El pacto social, la ley, nuestra constitución, llámele como quiera, no está funcionando porque cuando los actos de violencia no ocurren por locos o depravados sino por simples comerciantes de servicios criminales, que hacen favores, que matan, que secuestran o violan a cambio de unas monedas podemos estar seguros que nuestro sistema está totalmente fallido. La falla se encuentra en su pilar fundamental, la justicia. Un Estado que no provee justicia a sus ciudadanos simplemente no funciona, no es Estado sino un puño de gente sin rumbo y sin respeto por nada ni por nadie. Hemos entregado un poder sin controles a nuestros gobernantes, tan pocos controles al poder tenemos que hoy los funcionarios públicos llegan a los puestos a robar y abusar de forma descarada. El problema de la impunidad es el mismo de la violencia, es el resultado de la falta casi total de consecuencias a los actos de los miembros de esta sociedad de tal manera que los únicos que no roban y abusan son los brutos o los pocos bien intencionados que aun pudiendo en arcas abiertas restringen sus impulsos. Tengamos el sistema que tengamos siempre habrá desadaptados sociales, locos y psicópatas, eso es lo normal aquí y en cualquier parte del mundo hay manzanas podridas pero de eso a que el diario vivir sea que se roben los impuestos en todo el aparato gubernativo, que se sobrevaloren las obras de infraestructura o que asesinen a 15 personas al día, existe una diferencia enorme. Nuestra sociedad se ha convertido en una en donde lo malo es la norma precisamente, porque nuestra falta de atención como población tiene como resultado un sistema fallido que no representa consecuencia alguna para el que comete delitos y desgracia vidas.

Definitivamente no podemos seguir viviendo así.

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