Recurrimos a un término matemático para referirnos al tema de las protestas sociales y el malestar ciudadano existente, porque es imperativo que reconozcamos que hay un común denominador que las inspira y es nuestro cansancio con la corrupción y la impunidad. Entendiendo y asumiendo eso podemos avanzar mucho más fácilmente en la búsqueda del camino que necesitamos recorrer para lograr el cometido de transformar a nuestro país mediante un cambio en el sistema político y de la gestión empresarial de los negocios con el Estado.

No es, por supuesto, un movimiento que esté marcado por una ideología, sino por principios y valores para revertir una estructura perversa que se ha adueñado de la institucionalidad del país. Si a estas alturas nos metemos a un debate ideológico y nos enredamos en eso, perdemos el sentido porque a la larga, lo mismo da que nos robe un pícaro de izquierda o uno de derecha. Lo que necesitamos es establecer los mecanismos de transparencia para asegurar que los recursos públicos sean utilizados con probidad y eficiencia y que los contratistas o proveedores del Estado dejan de actuar a mansalva para robar junto a sus socios, los políticos que cada cuatro años se relevan en el poder.

Insistimos en que la lucha de hoy no es una lucha ideológica y no nos podemos perder en algo que los defensores de la mal llamada institucionalidad han encontrado como veta para romper el movimiento ciudadano. Lo demuestra la campaña negra del pasado fin de semana cuando se dieron a la tarea de hacer llamadas para que la gente no fuera a la manifestación porque la misma estaba «organizada por guerrilleros». En este momento cabemos todos en el mismo costal y los únicos que no caben son los sinvergüenzas, aunque muchos de los que robaron en el pasado ahora se quieren presentar como indignados por la corrupción de hoy y hasta van a las manifestaciones.

El objetivo de la lucha ciudadana tiene que ser el fin de la impunidad que ha alentado la corrupción y se nutre con ella. No podemos distraernos ahora de lo que nos une ni ponernos a debatir sobre lo que nos separa. Por supuesto que es una amalgama de opiniones diferentes porque todo ciudadano honesto, todo ciudadano cansado del saqueo, todo ciudadano indignado porque los ladrones nunca pagan por lo que hacen, tiene que estar en primera fila de este esfuerzo. Bienvenidos los conservadores y los revolucionarios, pues mientras sean gente honrada, entenderán que en este momento la lucha es por crear una estructura de honestidad y legalidad.

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