Eduardo Villatoro

Al referirse a algún problema que se preveía que surgiría de inmediato o ya lo encaraban y las circunstancias le eran adversas, las personas que eventualmente resultarían afectadas no se inmutaban, y entonces solían decir los sabios antepasados «Están viendo la tempestad y no se hincan», ya sea por ignorancia, desdén u otra infeliz compostura.

Traigo a cuento este refrán a propósito de la conducta de políticos mañosos que de nada les sirve su experiencia o que observan con indiferencia el desarrollo de los acontecimientos, como ocurre en el partido denominado «Todos» y su recién «proclamado» binomio presidencial, cabalmente cuando apreciables sectores de la población guatemalteca se rebelan contra la depravada práctica de esa clase de organizaciones que designan caprichosamente a personas que aspiran a cargos de elección popular, y cuando apenas hace unos cuantos días el Tribunal Supremo Electoral hizo entrega al Congreso de un pliego de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, que, entre otros objetivos, plantea establecer la democracia interna en esos colectivos, para evitar que persistan cacicazgos, compra venta de candidaturas, clientelismo y otros vicios que han postrado al agotado sistema partidista con los resultados que están en sus narices.

A mí me importa un bledo lo que los dueños de los partidos decidan hacer con sus grupos; pero que después que no vengan con aspavientos demagógicos en vano intento de seguir engañando al electorado, que afortunadamente ya está cobrando conciencia, al menos en los centros urbanos y las clases medias y populares.

Llueven las críticas contra el presidenciable Baldizón, pero por lo menos este político tiene conocimiento de las interioridades de su partido, es reconocido por la mayoría de las bases y, como se ufana en divulgarlo, ha recorrido todo el país en giras de proselitismo; mientras uno pregunta cuántos ingratos guatemaltecos saben de la existencia del economista Lizardo Sosa y su colega Mario García Lara y cuánto tiempo dedicaron estos a convencer a los afiliados del partido morado para que nominaran sus candidaturas.

Me causa desagrado haber vertido palabras de estímulo al expresidente Alfonso Portillo cuando, a su retorno al país, después de haber estado encarcelado en Estados Unidos, casi con lágrimas en los ojos sostuvo vehementemente que era el momento de la refundación del Estado y abundó en argumentos para convencer a los guatemaltecos que volvía a contribuir a la democratización del sistema.

O el cínico discurso del diputado Roberto Alejos cuando compró la ficha de «Todos» y prometió que su nueva propiedad se convertiría en un partido pluralista, incluyente y otras chuladas por el estilo, que ha evidenciado al acceder a las exigencias de Portillo, tal el hecho de colocar en posición privilegiada a la exmujer del redimido zacapaneco en el listado de candidatos a diputados.

(El mordaz Romualdo Tishudo murmura: -Pura meritocracia, colocho).

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