Jorge Mario Andrino Grotewold

La sociedad guatemalteca está ante un nuevo despertar, y pareciera que no cejará en su intención de perseguir a los responsables de la corrupción, y de paso buscar un cambio en los distintos sistemas jurídicos y políticos del país. Es un momento de tensión y del uso de la razón, la virtud y el corazón a favor de Guatemala.

A pesar de que algunos sectores están temerosos de los resultados que conllevará estas marchas y su contagio hacia diferentes manifestaciones campesinas, rurales e indígenas, la protesta social sigue su marcha firme y unificada, sin protagonismos, ni ideologías, pero con un fin común: justicia, y de paso como elementos conexos, la salida de los funcionarios corruptos y la renovación de los cuadros político-partidistas.

Intentar detenerlo es complicado, y patéticos son los esfuerzos de candidatos de diferentes partidos de querer identificarse con esa espontaneidad que está despertando de forma colectiva, aunque ya se han dado en los últimos años varios focos aislados de esa indignación y resistencia. Los políticos parecieran no entender que el rechazo no es exclusivo para quienes gobiernan deslegitimados en el presente. También se extiende a quienes han ejercido poder previamente, responsables todos de la debacle actual del sistema político y del descrédito de la función pública.

Así entonces, los grupos más conservadores del país debaten sobre si deben apoyar al proletariado en su esfuerzo por exigir justicia, ahora que se ha sumado una clase media desesperada por resultados en materia de seguridad, empleo y desarrollo. Peligra no sólo la estabilidad política del país, sino también un sistema democrático que aun cuando es incipiente, es el único que respalda el ejercicio del poder ciudadano por intermedio de los partidos políticos; la alternativa: la dictadura, algo cuya historia ya nos ha dicho es la peor de las curas.

Y los amigos extranjeros, diplomáticos y cooperantes, a la expectativa del desarrollo de las situaciones del país, extrañados de la unidad de las fuerzas sociales para exigir los cambios, pero especialmente sorprendidos de la constancia, firmeza y fortaleza con la que el pueblo se expresa. Los internacionales responden e informan a sus líderes de sus países, apoyando hasta el momento, las decisiones populares que han logrado, la unidad del pueblo en un gran porcentaje, así como la renuncia de funcionarios de alto nivel. Apoyar y financiar la CICIG ya es un mérito, pero se espera más de verdaderos amigos de Guatemala.

Los efectos de la justicia pronta y cumplida replican fuertemente, mientras la CICIG y el Ministerio Público hacen su labor efectivamente. Ojalá que éstos no desmayen, y que sigan hasta las últimas consecuencias, porque si lo hacen, la protesta de la sociedad puede, inclusive, dirigirse a ellos, en reclamo.

La sociedad entonces, en manifestaciones, redes sociales, reuniones de almuerzo y en otros espacios importantes, se pronuncia y exige cárcel para los corruptos, devolución del dinero hurtado con el que se enriquecieron ilícitamente y un cambio a sistemas vitales para la mejora institucional del país, como el sistema electoral, el de servicio civil, el de adquisiciones públicas y el que regula los archivos públicos, entre muchos otros.

Guatemala vive un momento intenso de indignación, pero que permite una ventana de oportunidad para defender los derechos más importantes que se tiene como guatemaltecos, y de aportar un cambio político, social y quizá hasta económico dentro del sistema democrático. Y todo ello de forma pacífica y justificada.

Artículo anteriorRégimen de rentas de no residentes en el ISR Parte I
Artículo siguienteTaimados políticos con reiteradas mañas