Fernando Mollinedo C.

Alguien me dijo que tenía el alma enferma; al preguntarle el porqué de su dicho, me respondió: ¿acaso no lees noticias? Las noticias enferman, siempre es lo mismo y en los reportajes los malos siempre ganan. Los políticos se enriquecen robando y cuando los encarcelan pagan abogados rateros que los sacan de cualquier problema; y sus denunciantes son procesados por tontos, por haber dicho la verdad.

Esta columna su objetivo es decir que todo lo que ocurre en el mundo, sea positivo o negativo, es producto de lo que hemos formado en nuestros hogares, en nuestras familias; entonces… ¿por qué nos quejamos de la corrupción, delincuencia e irresponsabilidad de la gente?

Por lo general, esos corruptos, que son y viven dentro de la delincuencia, nacieron, vivieron y crecieron en un núcleo familiar, que no fue capaz de formarlos con los valores que deben observarse en la sociedad (no hubo formación, disciplina, educación, salud emocional y salud espiritual) que condujeran su pensamiento hacia una sociedad más justa.

Esas personas corruptas, aunque hayan crecido en hogares integrados o disfuncionales con o sin comodidades económicas, al ejercer cargos de elección popular, por nombramiento o designación y tienen acceso a los dineros del pueblo, consideran que son elegidos de Dios para disponer y realizar negocios lícitos e ilícitos, legales pero inmorales, que les reditúen o compensen las carencias afectivas y/o formativas que tuvieron en la formación de su personalidad.

En los gobiernos tercermundistas y autoritarios, prefieren vivir de la rapiña y el engaño para enriquecerse, haciendo mal uso del dinero público, corrompiendo todo tipo de instituciones, corporaciones y gente que los rodea, de tal suerte que de la mordida y la tajada se hace una PSEUDOCULTURA que invade a todos los estratos sociales donde el honesto es un tonto y el ladrón, pervertido y corrupto es un héroe a imitar.

Vivimos en un país donde “el que tiene más saliva… traga más pinole” y hasta hace pocos meses, era una utopía pensar que los delincuentes de cuello blanco y rosado, fueran procesados reclamándoles lo que literalmente se han hueveado; el diezmo de hecho desapareció por inoperante en estos últimos tres años, ahora la mordida, tajada o “contribución voluntaria” fue institucionalizada en porcentajes que van del 20, 30 y 50 por ciento dependiendo del negocio que se trate, la supervisión y transparencia de los gastos públicos es fingida cuando los organismos contralores son creados por el mismo Estado o por las autoridades locales, cuyos funcionarios y empleados insensibles sirven a los poderes de turno velando por sus intereses y compromisos políticos.

En la clase política no hay juramento ni palabra de honor; los valores de justicia, democracia y dignidad solo se rezan de palabra. Desgraciadamente, eso es lo que está pasando en nuestro país, lo que nos acelera el paso hacia un declive irreversible. Y me pregunto: ¿La transparencia de las finanzas públicas, debe estar asociada a la educación e inteligencia o se realiza con idiotez de los gobernantes?

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