Raúl Molina

El presidente Obama anunció que tomará medidas para frenar la deportación de 5.0 millones de inmigrantes indocumentados. Ante esto se ha respondido de diversas maneras, algunas respuestas son optimistas y otras escépticas. La Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG), una de las expresiones de la Diáspora, ha saludado el anuncio presidencial, pero exige mucho más.

Dice: “[La Red] está firmemente convencida de que, después de muchos años de descuidar la situación de los ‘no ciudadanos de cuarta clase’, es decir, las y los inmigrantes indocumentados, constituyen hechos positivos medidas como el anuncio de hoy del presidente Barack Obama sobre ‘Acciones Ejecutivas para la Inmigración’. Lamentamos, no obstante, que… estas disposiciones ejecutivas excluyan a la mitad de las familias inmigrantes…en Estados Unidos.”

Se manifiesta que no se puede ignorar a los otros 6.0 millones, incluidos cientos de miles de guatemaltecos y guatemaltecas: “…los millones de inmigrantes indocumentados, que viven una vida clandestina dentro de una atmósfera de temor, han contribuido ya al desarrollo de la economía de Estados Unidos y el bienestar de las y los ciudadanos estadounidenses. Es tiempo de que se tomen medidas de reciprocidad. La ruta para lograr la residencia y la ciudadanía puede ser distinta por razones válidas; pero debe erradicarse la discriminación por origen, edad, etnicidad, idioma o aspectos culturales, género y orientación sexual, situación social y económica u otras condiciones igualmente inconstitucionales”.

Agrega: “…la inmigración de personas indocumentadas continuará. Es muy poderosa la atracción que ejerce la economía de Estados Unidos, ya sea de manera abierta u oculta, y la pobreza, la marginación y la falta de condiciones mínimas continúan expulsando a nuestra población, particularmente a nuestra juventud, de nuestras tierras. Estamos perdiendo nuestros mejores recursos y el potencial para nuestro futuro… Además, sectores de este país siguen criminalizando a la gente que escapa del hambre y, a veces, también de la violencia en sus lugares de origen”.

Insiste: “Es tiempo de volver a pensar la inmigración como un fenómenos positivo que Estados Unidos necesita para sobrevivir y desarrollarse… Para disminuir la inmigración desde América Latina, hemos venido sugiriendo que se transfieran los fondos para construir barreras físicas o electrónicas a construir el ‘muro de desarrollo’. Un plan semejante al Plan Marshall que se utilizó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial… Así, la inmigración se desaceleraría y se transformaría con el tiempo en una alianza para generar empleo, es decir, se convertiría en el libre flujo de recursos humanos.”

Los gobiernos de los países expulsores deben repensar la migración. Luce promisoria la reunión programada por el MINEX en Tucson, Arizona, para principios de diciembre. Con el concurso de líderes migrantes se puede definir una firme posición, la estrategia y el presupuesto para ayudar a nuestros compatriotas, pero se debe hacer con transparencia, sin politiquería y sin intereses de grupúsculos por hacer negocios.

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