Fernando Mollinedo C.
“La justicia es una cualidad que distingue al Estado de cualquier otra asociación con fines abyectos”. (San Agustín)
Podríamos pensar que la mala suerte de los guatemaltecos en esta coyuntura fatal que vivimos, fuera designio de los dioses mayas o del panteón cristiano, como un castigo a la “mala conducta” de los gobernantes.
Al hacer recuento de la vida diaria en nuestro país vemos: miles de damnificados que perdieron sus pertenencias muebles e inmuebles por las inclemencias del tiempo; fuerzas paramilitares de narcoterroristas ocupando territorios en donde no entra ninguna autoridad encargada de la seguridad, incluyendo el ejército, sojuzgando comunidades y cooptando a funcionarios y empleados
La realidad que vivimos, es consecuencia de la ingobernabilidad desde tiempos coloniales por la corrupción e impunidad de los equipos gobernantes de los gobiernos centrales y municipales que han reformado casi todo para no cambiar nada; simulando respuestas para problemas que requieren soluciones verdaderas y como corolario, la respuesta de un medio ambiente encabronado que ya genera cambios inesperados, ventarrones inusuales y granizadas en detrimento de la población rural y urbana trabajadora.
Todo lo malo parece sucedernos al mismo tiempo; la crisis resulta tan profunda que puede ser la mejor ocasión que tengamos para buscar y encontrar respuestas verdaderas a los males de nuestra sociedad que ya no quiere más juegos de simulación y de promesas incumplidas. Con este gobierno el barco ya hizo agua, tenemos que pensar en qué boquete tapamos primero para no hundirnos, aunque la crisis es tal que, cualquier solución parece parcial e insuficiente.
Visualicemos lo inmediato: 1) La juridicidad y el respeto de la ley y los derechos humanos como único baluarte de convivencia social civilizada; ya no se puede vivir en Guatemala con la impunidad como forma de vida; ya basta de estarnos matando unos a otros. 2) El combate a la desigualdad y empleo, pues de no atenderse, generará más convulsión social; el Gobierno no tiene por qué tener a la población en la más abismal de las miserias, y sus cruzadas “contra el hambre” son irrisorias. 3) La democracia plena porque ya no podemos vivir bajo la férula de los partidos políticos que se arrogan el derecho de decidirlo todo sin preguntarnos, porque en el fondo no les importamos, salvo cuando se movilizan para pedirnos el poder que mal utilizan. 4) La educación integral más allá de las reformas parciales que no satisfacen a nadie. Ya no queremos que sigan aparentando resolver lo que en la práctica docente real no resuelven, entre otras cosas, porque no le ponen techos, vidrios y baños a las escuelas. 5) La salud como derecho universal y no como dádiva gubernamental: los hospitales no funcionan adecuadamente en las ciudades por falta de personal, equipo y medicamentos; de los puestos de salud en el campo mejor ni hablemos.
Guatemala vive una crisis de tal dimensión que los socios comerciales directos y verdaderos empiezan a creer que somos un Estado fallido con el uso de la corrupción como sistema de vida y que, sus analistas más connotados lo han descrito.