John Carroll

El esfuerzo de algunos políticos, la mayoría de ellos ya fuera del poder, por dar un enfoque distinto a la fracasada guerra contra las drogas se equivocan groseramente si creen que el camino a seguir para terminar el gasto y las muertes de la fracasada guerra contra las drogas pasa por darle un monopolio legal al estado para que sirva de productor y distribuidor de estupefacientes.

El error sería como eso de salir de la tortura para caer en la muerte porque no existe ninguna justificación, ni moral, ni de justicia y mucho menos económica para cometer el error de legalizar las drogas y sustituir a los cárteles y los narcotraficantes por políticos y funcionarios.

El nuevo enfoque que los líderes mundiales deben de dar a la fracasada guerra contra las drogas debe de analizarse primordialmente desde el punto de vista económico porque se trata de bienes y servicios de consumo que como cualquier otro producto están sujetos a la oferta y demanda de los mercados globales. Es este y no otro el enfoque que tiene que tener el análisis.

El Estado de Bienestar bajo el cual vive la mayoría del mundo moderno hace el problema más complejo porque distrae a los analistas haciéndoles creer que es más importante el aspecto médico en los efectos de los consumidores de drogas que el aspecto económico. Este aspecto de la discusión es tan ridículo como el moral porque si bien es cierto, el consumir drogas produce efectos negativos en la salud de los usuarios, no debiéramos de utilizar al Estado como dulce guardián paternal de las enfermedades de adicción. Por el contrario, en toda acción humana que causa daños al propio usuario o a terceros, el Estado debiera de garantizar la reparación de los daños por parte del usuario y no socializar los daños por medio de la injerencia gubernamental.

La nueva lucha contra las drogas será bastante más sencilla de lo que parece cuando entendamos que la guerra actual se da precisamente por la intervención del Estado en una actividad económica del hombre que por sí sola no causa daños a terceros tal y como hoy en día funcionan los mercados mundiales de azúcar, café o banano. De hecho las drogas legales de hoy en día son un claro ejemplo del progreso del hombre, en mercados abiertos e informados, cada vez existen menos abusadores de drogas legales, el tabaquismo y el alcoholismo se han reducido tremendamente en algunas poblaciones del mundo sin la intervención estatal de sus mercados, por el contrario, la amplia difusión de sus efectos y la imputación de responsabilidades legales a sus productores han colaborado a formar una demanda mucho más sofisticada.

Otro caso para ejemplificar cómo funcionan los mercados de drogas legales es el de las medicinas. No conozco la estadística exacta, pero nadie puede negar que hoy en día el ser humano vive más, y mejor vida que hace unas décadas en gran medida por los avances científicos de la industria medicinal. Lo peor que le podría pasar a esta pujante industria es que por ley decidiéramos convertir al Estado en el monopolio de la producción medicinal. Imagine ese desastre si los muchachos no pueden tan siquiera gerenciar un hospital.

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