Oscar Clemente Marroquín
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Desde que se otorgó el amparo provisional para suspender el proceso de integración de las Cortes, se dijo que el mismo había sido posible porque se encontraba de viaje el magistrado Presidente de la Corte de Constitucionalidad, Roberto Molina Barreto y que en algunos círculos se daba por sentado que al conocerse el amparo definitivo, su voto, junto al de Alejandro Maldonado y de Pérez Aguilera, serían decisivos para confirmar lo actuado por las Comisiones de Postulación y el Congreso de la República.

Cuando se publicó una declaración en lenguaje medio críptico, por mucho que el lenguaje diplomático trate de ser palanganero, del nuevo Embajador de los Estados Unidos fue evidente que la suerte estaba echada y que no tardaría en confirmarse la elección hecha por la alianza coyuntural pero de efectos estructurales, del Partido Patriota y el partido Lider.

Pocos días antes se había dictado resolución en la Corte Suprema de Justicia rechazando la acción de antejuicio contra el diputado Gudy Rivera en lo que era el caso más fuerte sobre el tráfico de influencias en la elección de los magistrados. Las reacciones de la opinión pública, para variar, fueron de una rápida explosión que se evaporó en cuestión de horas y ahora nadie se acuerda ya del asunto ni del gesto valiente, pero al final inútil, de la magistrada Escobar ni del rápido perdón que la CSJ otorgó a Gudy Rivera a pesar de las evidentes pruebas en su contra y de que el abogado que le acompañaba sí está sometido aún a proceso del que, sin duda, saldrá bien librado dentro de pocos días.

Quien conozca las reacciones de la ciudadanía guatemalteca sabe que si se puede soportar un chaparrón de dos o tres días, todo vuelve a la normalidad porque ya vendrá otro mini escándalo que nos meta en otro tipo de debate y que capte la atención de las redes sociales. Hoy y mañana serán días de queja y de reacciones, pero ya el sábado traerá la calma y el fin de semana servirá de bálsamo para quienes decidieron decirnos a todos; “Sí… Y qué”

No tenemos ni liderazgos ni un nivel de organización como para que el asunto se convierta en una crisis y por lo tanto la Corte de Constitucionalidad puede hacer lo que le venga en gana. El hecho mismo de que Pérez Aguilera haya sido de los operadores políticos que se movieron intensamente en el momento de conformación de las listas de postulados y de la elección de los escogidos importa poco. El colmo es que el Presidente de la CC haya dicho ayer que “no hubo presiones políticas” y que resolvieron de acuerdo a derecho, en una de aquellas explicaciones no pedidas que son acusación manifiesta.

Pero lo peor de todo, y me atrevo a vaticinarlo para poner una pica en Flandes, es que tampoco se hará nada para modificar la forma en que se integran las Cortes. Dentro de cinco años estaremos en las mismas que ahora, con los mismos reclamos, los mismos lamentos y las mismas mañas porque así es como funciona la cosa en nuestra Guatemala.

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