Jorge Raymundo

Hace unos días, para ser exactos, el 11/11/2014 el señor Martín Banús publicó en este vespertino un artículo muy muy feo, que se atrevió a titular “el indígena feo”. No solo es tan feo el artículo sino además, muy ofensivo para los pueblos indígenas que habitamos este país.

Lo feo o lo bello, es un concepto subjetivo, que nada tiene que ver con la condición social o étnica de las personas y su modo de conducirse en la vida. Lo que para una persona es feo para otra puede ser bello. Lamentablemente en el imaginario de muchas personas como él, este concepto lo utiliza para calificar o descalificar personas o grupos que no son iguales a él, y por lo tanto adolecen de belleza. Peor aún cuando trata de justificar que ser feos determina que los indígenas vivimos en condiciones de pobreza y altamente explotados y discriminados.

No cabe duda que el Sr. Banús es víctima de sus imaginarios sociales y de lo que aprendió de su familia y su clase. Es víctima además de su poca información y poco o nulo conocimiento que el mundo ha cambiado y ha evolucionado hacia la consideración de la diversidad como un valor y una riqueza y no como un problema como él todavía lo ve. En Guatemala, desde 1923 en ocasión de la publicación de la malograda tesis de Miguel Ángel Asturias en la que se expresa del indígena con los mismos conceptos del Sr. Banús, poco a poco han ido cambiando esos conceptos racistas al punto que ahora hay legislación nacional e internacional que no solamente prohíben expresiones racistas como las que expresa este señor, sino incluso el Código Penal guatemalteco ya lo contempla como delito (Código Penal, Artículo 202 bis, literal b). A ver qué dice la comisión contra la discriminación y el racismo (Codisra) a este respecto.

No es que los indígenas de aquí o de cualquier otro lugar del planeta Tierra, seamos pueblos con culturas y prácticas ancestrales inmaculados o exentos de algo negativo. Todos los pueblos y sus culturas tienen algo de qué apenarse. Pero una cosa es que seamos diferentes y tengamos prácticas diferentes que desagrada a otro grupo, otra es que a causa de su ignorancia se atreva a calificarnos de “feos” o responsables de nuestra pobreza y exclusión.

Por otra parte, no se vale permitir que en nombre de la libertad de expresión personas como este señor, venga a insultar, a ofender y a culpar de los males a toda una población. Tampoco se vale que para debatir el tema del racismo imperante, haya necesidad de insultar y burlarse de las condiciones de pobreza y pobreza extrema del 50% de la población guatemalteca. Sobre lo cual hay que decir de nuevo que esa condición no se debe a su ser indígena, sino por las condiciones de exclusión social, económica y política que hemos sido objeto históricamente.

Por cierto el sistema educativo tiene mucho que hacer a este respecto, incluso educar a personas adultas como el Sr. Banús que bien le vendría apuntarse en algún curso sobre educación intercultural, educación en diversidad o educación para la convivencia pacífica en un mundo diverso. Porque el racismo es un problema social complejo, porque tiene raíces históricas, económicas, políticas y está enraizado no solamente en la mente de las personas y grupos, sino desde las estructuras del mismo Estado. Sobre esto hay que educar, incluyendo al Sr. Banús.

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