Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Hay personas que equivocadamente piensan que en el tema de la violencia, parte de la culpa la tenemos los medios de comunicación porque publicamos y le damos importancia a los hechos de violencia que ocurren en el país y que eso termina siendo un estímulo de notoriedad para los malhechores.

La respuesta a lo anterior siempre ha sido que aunque los medios de comunicación dejemos de informar respecto a las muertes que ocurren en nuestro país, las mismas no dejarán de suceder, porque aquí la gente se muere no porque se publique o no el hecho, sino porque tenemos enraizada una cultura de muerte que todo lo resuelve asesinando; cultura que, además, se ve fortalecida por la impunidad que nos afecta.

Pues lo mismo ocurre en el tema del racismo. Pretender que los medios de comunicación empecemos a fungir como censores de información o columnas de opinión no resuelve el problema, al contrario, es querer echarle tierra a una realidad con el afán de invisibilizar algo que se viene dando desde los tiempos de la colonia.

Aquí cada quien es libre de pensar como mejor le plazca, pero quienes nos conocen saben que La Hora es el único medio que lucha en contra de las causas de un sistema que entre otras cosas, permite, alienta y estimula la discriminación.

Cuando hay una sección en las que personas con nombres y apellidos escriben sus puntos de vista, jamás puede ser responsable el medio por los excesos que se comentan, aun y cuando esos excesos sea tan comunes en nuestra sociedad, tal y como sucede con el racismo y las expresiones que discriminan. Si Martín Banús hubiera escrito en una sección de anónimos y nosotros avalamos esa opinión conservando el anonimato, sería diferente.

Los que pretenden que se inicie una censura no se dan cuenta que la misma no resuelve el problema; es curioso que muchos de los que ahora piden censuras, son los mismos que han vivido toda su vida censurados, marginados y sorteando todo tipo de dificultades para expresarse. Combatir los males con los mismos males no es una receta sana.

En ocasiones nos han dicho que le damos mucho espacio a los grupos oprimidos y marginados para que se expresen y ahora esos grupos marginados y oprimidos nos dicen que por qué le damos espacios a quienes, según ellos, los marginan y oprimen; pero esa es la mayor prueba de que en La Hora somos independientes y que otorgamos libertad a todos por igual. Cada quien es y debe ser responsable de usar esa libertad con apego a la ley y a la ética.

Anabella de León dice que es muy malo que graben las conversaciones de las personas porque se viola la libertad, pero no dice que lo malo no es que los graben sino lo que conversa, planean y ejecutan esas personas cuyas conversaciones son grabadas. Pues lo mismo ocurre con este tema del racismo, aspiramos como todo en el país a quedarnos a medias sin entrarle de lleno al problema y por tanto, pretenden que la solución sea que en ningún foro se pueda hablar de algo que pueda ser racista, en lugar de darnos cuenta que hay un racismo latente que tenemos que resolver.

El racismo y la discriminación se acabarán el día que en Guatemala todos entendamos que sin importar si somos ladinos o indígenas, blancos o negros, católicos o protestantes, hombres o mujeres, pobres o ricos, el país es de todos y en la medida que nuestra gente no tenga oportunidades para romper, en su tierra, el ciclo generacional de la pobreza, jamás tendremos chance de pensar en un futuro distinto.

Necesitamos un país que tenga una sociedad más justa e incluyente, menos corrupta e indiferente que no mire al dinero como lo más importante sin importar cómo se obtenga éste y que mire a sus indígenas y a sus pobres como víctimas de un serio problema social pero que de paso, le inyectan millones a la economía con sus remesas.

Callar a los mensajeros es una opción inútil que solo nos hará seguir perdidos en el mismo camino sin atacar el problema de fondo. Esta es una tribuna en donde hemos discutido y seguiremos discutiendo los grandes problemas del país.

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