Jorge Mario Andrino Grotewold.
Con la próxima elección de naturaleza política que deberá hacer el Congreso de la República, al elegir al sucesor de quien hasta hace unas semanas ocupó el puesto, se convierte en una de las decisiones más importantes del período, al comprender que un buen Contralor General de Cuentas es sumamente importante y necesario para la estabilidad de la administración pública, y para retomar la confianza de la población no sólo en los servidores públicos o los diputados, sino en el sistema de control y calidad de los recursos públicos.
El Contralor General de Cuentas es una figura conocida en todos los Estados del mundo, funcional y aplicable a las etapas de rendición de cuentas -no de transparencia- de las administraciones públicas, cuyo propósito y sentido es auditar aquellos actos que tienen como obligación de realizar desde el funcionario al más alto nivel, hasta quien está a cargo de una pequeña Caja Chica en alguna Municipalidad. Todos los Organismos del Estado están sujetos a este escrutinio, incluyendo el poder local, las entidades descentralizadas y autónomas e hasta las entidades privadas, cuando ejecuten fondos que provienen de naturaleza pública, ya sea presupuestaria, por donación, fideicomiso y similares.
El concepto básico de un Contralor General, obliga a la toma de decisiones por parte de los administradores públicos, especialmente en cuanto a transparentar los procesos financieros y técnicos, con el propósito que al momento de ser auditados, estos no encuentren reparos o malos manejos, ya sea por desconocimiento o bien por un acto de corrupción. Y al momento de detectar estos errores o bien actos reñidos a la ley, presentar las denuncias públicas correspondientes, para que se sancionen a los funcionarios o empleados responsables.
Pero la realidad actual en Guatemala, permite identificar fácilmente las debilidades que como Institución la Contraloría tiene, especialmente en cuanto a sus capacidades de llegar a la revisión de toda una administración pública que en su tamaño tan grande, no permite el examen de todos sus actos, por lo que se realizan solamente auditorías selectivas de procesos y resultados. Pero lo que se espera de un buen Contralor, es que alcance no sólo a medir ciertos procesos de cumplimiento de ley, sino de los resultados de la ejecución presupuestaria, demandando que quienes gastan el dinero público, lo hagan con responsabilidad, con eficiencia y con honestidad. Y en caso no fuere así, poder sancionar administrativamente (multas) o bien realizar acusaciones penales en contra de cualquier responsable, aun cuando éste tuviere vínculos con partidos políticos o bien gozara de un aval del más alto nivel de un funcionario. El tráfico de influencias debería estar terminantemente prohibido para una función que más que ayudar a quien no hace bien su trabajo, sacrifica la integridad de auditores y contralores, y permite el engaño hacia la población guatemalteca.
Un buen Contralor General de Cuentas deberá ser una persona técnica, con suficiente habilidad y carisma político que no se deje influenciar por quienes le eligen en el Congreso, sino que con suma objetividad dirija un órgano de control con rango Constitucional, que permita retomar la confianza sobre una administración pública reconocida por estar sumida en opacidad y cuya confianza depende solamente de aquellos servidores públicos dispuestos, honrados y con mística de trabajo, algo que cada vez se ve menos en Guatemala.