Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Lo que empezó en la época del ydigorismo fue decayendo de tal manera que la compraventa de sindicatos se volvió cosa normal en nuestro país. De líderes sindicales con deseos legítimos de defender los derechos de los trabajadores se cambiaron por canonjías y ventajas, para caer tristemente en el descaro de movilizar a sus integrantes hacia corrientes politiqueras y de intereses eminentemente partidarios. No extraña entonces que el modelo de lo que no debe hacer un legítimo sindicalista, pudiera llegar al Congreso de la República sin argumento sólido a exigirle a los diputados su voto para seguir endeudando peligrosamente al país, con la iniciativa de aprobar Q4 mil millones más para financiar el déficit presupuestario del presente año y la aprobación del correspondiente al año 2015 tal y como lo presentó el Organismo Ejecutivo.

¿Qué tal? Hasta dónde hemos llegado y que conste, no solo se contentó con exigir lo indicado anteriormente, sino amenazó con que si no se cumplen sus exigencias, a partir del mes de enero del año entrante, se iniciarían las conocidas “asambleas permanentes”, que no son otra cosa que holgazanear a costa de que los niños y jóvenes de nuestro país empiecen el nuevo ciclo escolar con el pie izquierdo, como en años anteriores, perdiendo el tiempo inútilmente. Lo descrito no es algo espontáneo, es simplemente consecuencia de la exigencia del primer mandatario de la nación para que así como ha venido consintiendo las peticiones del supuesto líder y sus afiliados, ellos también debieran cumplir la orden de hacer cuando le convenga este tipo de exigencias y amenazas, hasta llegar a ser protagonistas de los bochinches que a todos constan.

Buen negocio ¿no les parece? Lo malo está en que el pueblo lo costea, porque de los impuestos que pagamos directa e indirectamente se obtiene el financiamiento que a la postre les proporcionan los buenos y jugosos resultados obtenidos. De la buena calidad educativa que puedan recibir quienes el día de mañana tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de conducir los destinos de la patria ¡olvídense! Como también que los establecimientos educativos dejen de seguir siendo una coladera durante la época lluviosa y un horno en el verano y que, aunque la gran mayoría de la población se siga comunicando todo el tiempo por medio de los últimos avances de la tecnología moderna, nuestra niñez y juventud tenga acceso tan solo en un mínimo porcentaje a la misma, por carecer los establecimientos del equipo para dar su capacitación. Y lo más triste de todo, que se siga construyendo frente a nuestros ojos los cimientos de una sociedad cada vez más corrupta.

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