En distintas circunstancias y sobre una gran variedad de temas, los momentos en que la ética se tiene que resaltar en alguna situación cotidiana o en las profesiones es cuando verdaderamente se demuestran la calidad de los principios de los que está hecho el individuo, una corporación o la sociedad en conjunto.

A partir del artículo “El indígena Feo”, publicado en este medio bajo la firma del columnista Martín Banús, una serie de comentarios se reprodujeron en las redes sociales en contra del autor y, en algunos casos, en contra de La Hora por haberle dado el espacio para su publicación.

Diario La Hora es un medio totalmente comprometido con la libertad de expresión y nunca se ha tomado el teléfono para llamar a alguno de los colaboradores y pedirles que no se toque un tema. La forma de lograr esto es sencilla porque ni los propietarios como tampoco el Consejo Editorial leen el material de opinión hasta que está publicado para evitar cualquier tentación que pudiera existir de interceder por alguna causa.

Cualquiera que haya seguido medianamente la trayectoria de esta casa, entiende que no estamos en posición siquiera cercana del punto de vista que expresó el columnista sobre los ciudadanos guatemaltecos que conforman los grupos indígenas. Menos aún, hemos sido aliados del concepto del éxito individual o grupal basado en la rentabilidad o productividad del dinero si no que, siempre, hemos sido un medio que privilegia otros principios y valores más allá de la plata.

Por historia hemos sido denunciantes de una práctica discriminatoria, racista y explotadora en una sociedad que se acostumbra a querer fortalecer al mercado sin importar a quien exprime en el camino. Entendemos que el tema de la tenencia de la tierra y la inequidad no son bonitas líneas discursivas, sino el contenido de una problemática que históricamente nos ha dividido como país porque no se le ha dado el trato adecuado. También hemos denunciado aquella sociedad que sacrifica sus principios para rendir pleitesía a los corruptos que se presentan como millonarios y a quienes nadie les da una muestra de condena social porque son los “nuevos ricos”.

En resumen y para atender a quienes en los medios alternativos no han tenido la oportunidad de seguir la tradición de un diario que surgió hace casi cien años para luchar contra la injusticia y el atropello, queremos ratificar nuestro compromiso en la búsqueda de ese país que tantos hemos soñado sin las grandes diferencias económicas, sociales y raciales que tanto nos han afectado. Nunca nos hemos dado glorias por los escritos de nuestro grupo de columnistas, como tampoco nos podemos condenar por lo que alguien escriba. Somos una tribuna, no mostrador, en la que podemos discutir las ideas y en la que hay espacio para la cordura o la locura.

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