Cuando vemos una coyuntura en la que los problemas que se enfrentan han estado sin avance por décadas y situaciones que de manera cíclica se repiten dentro de la operación pública, nos tenemos que dar cuenta que es el resultado de no tener un plan claro sobre la ruta que se necesita seguir para transformar al país y de dónde se deben obtener los fondos para llevarlo a cabo.

Porque lo que éste y otros gobiernos han presentado como reforma tributaria no ha terminado siendo más que modificaciones de momento que no llegan a satisfacer las grandes necesidades que tiene el Estado para atender los requerimientos de infraestructura y funcionamiento que garanticen la prestación de servicios, incluso, en áreas como la salud, educación y seguridad.

Y esta es una seria responsabilidad de los políticos en general, pero no nos debería de sorprender cuando vemos que todos ellos en Guatemala apenas si entienden la oposición por bloqueo y dedican todos sus esfuerzos a impedir que se impulsen políticas de nación. El problema es que, como vemos ahora, esta falta de generación de ideas, la falta de políticos que hagan planteamientos y propuestas serias, pasa factura cuando toca la administración pública porque el resultado es una institucionalidad cada vez más débil que ya no sirve ni para apagar fuegos, mucho menos para plantear una ruta al desarrollo.

Es urgente que en el país se rediseñe el rumbo que se le quiere dar al Estado. Por un lado, vivimos en una sociedad polarizada en la que las necesidades de unos son indiferencia de los otros. Un país en que la carga tributaria es de las más bajas a nivel mundial mientras los problemas siguen siendo cada vez más profundos.

Con este panorama, tampoco es extraño que sectores como el de la justicia, la salud y la infraestructura muestren los efectos de haber sido utilizados durante décadas con intenciones muy distintas que estar al servicio de la población.

Pero lo más preocupante es que mientras entramos en las discusiones de cómo enfrentar las emergencias, pareciera que nos olvidamos como sociedad que los problemas que enfrentamos son mucho más complejos y que necesitarán de mucho liderazgo y del diseño de un Estado que pueda cumplir con los retos que plantean las necesidades ciudadanas.
No podremos reducir los indicadores de pobreza, mejorar en desarrollo humano, mientras sigamos sin una ruta determinada, sin recursos y dilapidando lo escaso. Para poder rediseñar el Estado necesitamos llegar a consensos que nos permitan definir qué país queremos, cuánto nos costará, cómo lo pagaremos y quién lo llevará a cabo. De más está decir que la transparencia es la clave.

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