Adolfo Mazariegos

Hace pocos días, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), dio a conocer una iniciativa mediante la cual esperan lanzar una ambiciosa campaña para combatir el destierro en todo el mundo. El anuncio de dicha iniciativa me pareció un asunto interesante, y no tanto por la iniciativa en sí, sino por las implicaciones político-sociales y económicas que conlleva, y porque es un tema del que muy poco suele hablarse. Rápidamente vino a mi mente la considerable cantidad de guatemaltecos que han tenido que dejar su tierra en busca de mejores oportunidades (o simplemente oportunidades, sin el «mejores») que les permitan, no digamos la consecución de ciertos satisfactores que en algunos casos podrían considerarse «lujos», como la posibilidad de comprarse un bonito vehículo, vestir ropa y zapatos de mejor calidad, vivir en un apartamento alfombrado, el barbeque de los domingos en los parques californianos (o de cualquier otro Estado), etc., sino la simple y llana satisfacción de poder llevar comida a la mesa de las familias que han dejado en Guatemala… De acuerdo a cifras extraoficiales, sólo en Estados Unidos, que es el país en donde radican más guatemaltecos en el extranjero, la cifra de inmigrantes chapines asciende a poco más de 1.2 millones, eso significa que, asimismo, una cifra considerable de esos inmigrantes contribuye a la economía de Guatemala a través de los envíos de remesas que realizan, y que, automáticamente, se convierten en divisas para el Estado -entendido este como el conjunto de elementos que son indispensables para que pueda ser considerado como tal y del que forma parte el Gobierno (encargado, de más está decirlo, a través de sus instancias correspondientes, de las finanzas públicas). Dichas remesas se estimaba superarían los US $5,500 millones en 2014 (según declaraciones del Presidente del Banguat, en septiembre de 2014). Esta cifra me hizo recordar también un comentario que escuché hace algún tiempo y que decía (más o menos) que «Guatemala es un país que expulsa a sus mejores cerebros», es decir, los destierra por una razón u otra, pero, cierto o no, existe allí una realidad latente e ineludible que es imposible invisibilizar: la contribución que realizan a la economía nacional los inmigrantes guatemaltecos en el extranjero. Sin embargo, por años, estos guatemaltecos han ocupado un lugar relegado a segundos planos, lo cual se puede evidenciar, aún con el significativo aporte que realizan en divisas al país, en ejemplos como (sólo por mencionar alguno), el escaso o nulo esfuerzo realizado por cada sucesivo gobierno por buscar una manera de facilitarles el ejercicio de su derecho al sufragio en procesos eleccionarios, en donde su voto podría ser de gran importancia para el fortalecimiento de la «democracia» guatemalteca. Hoy, más que nunca, y debido a la coyuntura política que se vislumbra adversa para los inmigrantes en Estados Unidos (cambio en el peso de demócratas y republicanos en el Congreso), se hace necesario prestar atención a esos guatemaltecos que, a pesar de su importancia para el país, se mantienen prácticamente en el olvido.

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