Juan José Narciso Chúa

El potencial retorno de Alfonso Portillo, expresidente de Guatemala, ha levantado un auténtico fenómeno político en el país, aun cuando su figura todavía causa polémica por unos grupos y en otros levanta enormes apoyos. Justamente aquellos que lo adversan se sienten admirados por el hecho que a pesar de todo lo que le ocurrió y todo lo que se supone pasó en su Gobierno, las encuestas le otorgan un enorme peso en el tinglado político, sin ni siquiera estar en el país y pasando por una condena en una cárcel en Estados Unidos.

Por otra parte, aquellos que lo apoyan, lo sitúan como el mejor Presidente que Guatemala ha tenido en la época contemporánea, también a sabiendas de su condena y de su aceptación de culpabilidad. De hecho, leyendo Plaza Pública, me causó enorme impresión, leer los comentarios después de la nota que escribió este medio electrónico sobre Portillo, en donde comentaristas le saludaban con cariño, le daban la bienvenida como señor Presidente y otras cuestiones afectivas similares.

Edelberto Torres-Rivas, el gran maestro y amigo, me contaba una vez que tuvo la oportunidad de platicar con Alfonso Portillo cuando ya había sido electo y Edelberto, como buen maestro, le aconsejaba de varias cosas, pero entre otras le dijo: “usted puede ser el segundo mejor presidente de Guatemala” y Portillo, un tanto inquieto por el planteamiento, le preguntó: “¿y por qué el segundo mejor presidente y no el primero?”, a lo cual el maestro le respondió: “porque ninguno podrá superar a Arévalo”, ante lo cual Portillo terminó dándole la razón.

Lo que pasó durante el ejercicio de Gobierno de Alfonso Portillo es ya historia e igual al hacer el análisis siempre se van a encontrar aspectos relevantes y positivos, pero también saltarán facetas negativas en su gestión y al final el balance definitivo se quedará para el debate y la polémica permanente.

Sin embargo, Alfonso Portillo hoy es un fenómeno político, que merece analizarse desde la perspectiva de su figura. Cuando se utiliza el análisis desde la perspectiva del caudillo, Alfonso no entra en esta categoría, puesto que él no constituía ese tipo de personalidad, tal como ha ocurrido en Guatemala, con los casos de Vinicio Cerezo, Álvaro Arzú y Efraín Ríos Montt. Al contrario Alfonso Portillo, no era necesariamente un caudillo, como los personajes anteriores, puesto que todos ellos por carisma o por liderazgo, dominaban a su partido y se les seguía en todo, nadie podía chistar a estas figuras, ni antes de ser presidentes, ni aún en la actualidad, aunque todos por supuesto han perdido su base partidaria, y sus organizaciones políticas han venido a menos hasta eclipsarse y desaparecer todas. En este caso, Alfonso Portillo se caracterizó por ser un analista acucioso, quien además tenía un excelente discurso político, el cual combinaba con su capacidad campechana y su enorme talento para contar chistes. Esta condición le otorgaba enorme popularidad y arraigo entre la población.

Su potencial retorno y ese indiscutible enorme capital político del cual goza Portillo en grandes grupos poblacionales, lo pone ante la disyuntiva de convertirse en un líder auténtico que seguramente le interesará a muchos partidos políticos para incorporarse al Congreso de la República, a sabiendas que podrá generar un enorme apoyo en las votaciones.

En todo caso, Alfonso Portillo podría convertirse, si él lo quiere y dimensiona su papel en función de todo lo que le ocurrió, en la ruptura de una inercia política que hoy necesita oxigenación, cambios de actitud y de proponer reformas profundas en todos los ámbitos. Si retorna y únicamente se involucra en política y continúa en ese espacio y se inserta en la dinámica absurda de no cambiar nada, Alfonso se convertirá en uno más de la continuidad de un sistema que apunta a deteriorar más nuestro equilibrio político.

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