Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando en el Congreso de la República, tras haber hecho pactos que van desde la elección de magistrados hasta la integración de la Junta Directiva, y luego todo se le entrampa al oficialismo, sobre todo con la aprobación de los bonos que son su prioridad, cualquiera piensa que se está “negociando” y que es una forma de elevar el valor de lo que se paga por cada voto en el Legislativo. Según algunos diputados, eso es producto de habladurías sin fundamento porque allí todo lo que se aprueba es por puro patriotismo, pero resulta que la fuente de información sobre cómo se trafican los votos son precisamente los miembros del Congreso.

Cuando quedan fuera de alguna jugada, de inmediato denuncian que está corriendo dinero y señalan al corruptor que hace los sobres con el dinero para repartir a los parlamentarios. Antes de la elección de Junta Directiva se dijo que estaban pagando fuertes sumas para torpedear la alianza que había formado el Lider con los grupos de Alejos y de la UNE y las declaraciones tajantes, sin tapujos ni lugar a interpretaciones las dieron los mismos diputados que siguen a la señora Sandra Torres.

De pronto, argumentando que Alejos era un traidor, cosa que sabían de antemano cuando se comprometieron con el Lider para desbancar al oficialismo, los mismos diputados de la UNE que advirtieron cómo era que se estaban consiguiendo los votos, decidieron dar el suyo. Por supuesto que en ese momento dijeron que todo había sido una negociación pensando en el país y en la gobernabilidad, pero es imposible olvidar lo que se había dicho antes.

La percepción ciudadana de que en el Congreso los votos se producen al sonido del pisto viene de hace mucho tiempo. Serrano mismo dice que se vio obligado a dar el golpe de Estado porque lo tenían de rodillas los chantajes que le hacía el pleno de diputados en donde no se aprobaba nada sin el doblete correspondiente. Y esa práctica ha continuado porque no tenemos realmente un Parlamento en el que se represente lealmente al pueblo. Ni siquiera se puede hablar de representación de los partidos políticos porque los tránsfugas ocupan la mayoría de las bancadas.

Para el oficialismo de hoy y de siempre, el asunto se vuelve complicado porque las alianzas que se hacen son realmente efímeras. Ninguna de ellas se basa en una agenda de país sino únicamente en los intereses de momento y en lo que se puede comprar. Por ello es que ahora, luego de haber integrado la Junta Directiva, están viéndose a cuadros para aprobar los bonos y para impulsar el presupuesto. No es que los partidos se hayan hecho atrás o que eso no fuera parte del pacto. Simplemente es que cada voto tiene su propio precio y los pactos previos son apenas una guía, pero no se concretan hasta que no se pone billete sobre billete.

Y cuando se muestra desesperación, como pasa con los bonos, el resultado es que el precio se eleva y puede llegar a montos exorbitantes. Y lo mismo será con el Presupuesto, con la elección de magistrados y el futuro de la CICIG. Cada asunto puede rendir formidables dividendos.

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