Enfrentando una situación tan crítica como financieramente se encuentra el Estado en estos momentos, no puede más que tomarse medidas extremas que vengan a brindar una solución ante la emergencia, pero que también nos ponga en una posición en que se evite que en el futuro vuelva a sufrirse de la misma manera.
Y, en ese sentido, es necesario que se tomen en consideración varios factores que, en conjunto, pueden venir a ser la gran solución y diferencia al panorama tan oscuro en el que nos encontramos. Primero, tenemos que entender que la calidad del gasto tiene que cambiar porque no somos un país con recursos como para andar comprando vehículos permanentemente para los funcionarios, remodelando oficinas, haciendo celebraciones y, mucho menos, seguirles pagando sus proyectos de convertirse en millonarios a todos aquellos que durante décadas han pasado por las oficinas públicas para hartarse de la plata que es la que hoy hace falta hasta para pagar sueldos.
Las medidas extremas deben incluir que se contabilicen y se proceda a redistribuir los fondos de los fideicomisos que habiendo sido creados para darle la vuelta a los controles del gasto, deben ser controlados para que aporten en esta situación crítica. De igual manera, se debe revisar el Plan Operativo de Acción de cada institución para determinar qué inversión es fundamental hacerla o cuál se puede cancelar para garantizar un mejor uso de los recursos.
Mientras se hace la selección del nuevo Contralor General de Cuentas de la Nación, se debe empezar una severa persecución con el Ministerio Público de todos aquellos que hayan participado en contratos sin respaldo, ejecutado mala inversión por trabajos de mala calidad o participado en sobreprecios en las ventas con las entidades públicas. Hay que enviar el mensaje que el que roba o evade, se va a la cárcel.
Puede que el legado de un gobierno sea el colocar los candados para castigar a quien sea que esté prestándose al saqueo de las arcas del Estado. No podemos seguir pagando los intereses de quienes llegan con la intención de convertirse en millonarios mientras pagan las deudas a los financistas de campaña ni, mucho menos, atender los berrinches de funcionarios con ínfulas de monarcas.
Si la crisis es tan extrema, requerimos de esas medidas que en la misma manera vendrán a convertirnos en un país en que los administradores del poder público nos garanticen que los fondos se utilizarán de forma correcta. Podrán notar fácilmente que enfrentando la corrupción, se elimina la impunidad.