Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Según un diputado de la recién alianza del Partido Patriota, Unidad Nacional de la Esperanza y otros partidos, uno de los puntos del acuerdo alcanzado la semana pasada en el Congreso que permitió, entre otras cosas, elegir nueva junta directiva, incluye acordar el fin de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. (CICIG)

La UNE salió al paso a desmentir la información culpando a La Hora de haber hecho una manipulación y diciendo que “es una irresponsabilidad” del medio por haber publicado las declaraciones de un diputado que soltó toda la sopa del contenido del acuerdo.

Independientemente de lo que diga la UNE y de que cuando estuvieron en el poder hasta dijeron que no le garantizaban la vida a un miembro guatemalteco de la comisión lo que despierta dudas del apoyo que dicen dar a la CICIG, es bien importante ver que quienes se oponen prefieren que la impunidad siga a sus anchas, con tal de no tener a extranjeros que hagan el chance que como guatemaltecos no hemos querido hacer.

Los mayores enemigos de la comisión son aquellos que han sido afectado por su actuar y aquellos que sienten que si el brazo de la impunidad se dobla y les alcanza la ley, pasarán apuros con la justicia aunque al final del día nuestro sistema da para comprar y corromper a quien sea necesario con tal de asegurar que el manto de impunidad funcione.

A mí me duele que tengan que ser extranjeros los que hagan un chance que nos corresponde a los chapines, pero ante la falta de voluntad de nosotros los guatemaltecos, al menos encuentro un consuelo que algo se esté haciendo por combatir a los grupos que de diversas maneras controlan el país.

Si usted analiza con detenimiento la situación podrá ver que quienes se oponen solo dicen que la CICIG se debe de ir ya del país, pero ni siquiera abordan el tema de la impunidad que nos afecta o el hecho que el mismo Ministerio Público es un ente cooptado para ser el primer frente de impunidad.

Los buenos fiscales de Guatemala le podrán contar de la secretividad con la que deben manejar los casos para evitar fugas de información o cruzar los dedos para que les “caiga” un juzgado con un juez honrado cuando inician una causa, porque de lo contrario, las casos pasan a ser un dato estadístico más de la impunidad.

Sin la CICIG que sirve de contrapeso por el apoyo internacional de los países amigos que se preocupan más que nosotros por el futuro de Guatemala y con un MP como eslabón importante de la cadena de impunidad y unas Cortes diseñadas y perfeccionadas para ser un sello efectivo para garantizar que quien llegue al precio se salva, hablar ahora del fin de la CICIG es desenmascarar el deseo de detener lo poco que se ha avanzado en contra de la impunidad y darle un espaldarazo fuerte a los poderes ocultos del país.

Nuestro sistema no da para más y no digo que la CICIG sea perfecta, pero tal y como están las cosas, soltarle la mano a la comisión para pasar la calle, parafraseando a la Vicepresidenta Baldetti, es un suicidio del que solo pensarlo eriza la piel.

El sistema de justicia, como todo el sistema nacional, necesita de una reingeniería muy profunda si es que algún día queremos tener futuro. Si la salida y el avance que tengamos será por la vía institucional, la justicia será nuestra última esperanza para asegurar que a quien le caiga el poder de la ley pague las consecuencias.

En eso proceso, nos guste o no, la CICIG juega un papel fundamental.

Artículo anteriorLas religiones, sus líderes y la política
Artículo siguienteLujos en el tercer mundo