Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El 2 de noviembre de 1944, apenas unos días después de haber vuelto a Guatemala de su exilio de 14 años, mi abuelo logró el apoyo de algunos amigos para lanzar nuevamente desde territorio guatemalteco su diario, La Hora, que había fundado en 1920 tras la lucha contra la dictadura de Estrada Cabrera. Y desde entonces se ha publicado con la única interrupción de los días de Jorge Serrano, cuando tras el golpe de Estado mandó censores para que revisaran todo lo que publicaríamos. Yo decidí no recibir ni dejar entrar a los censores y nos mandaron un cerco policial para impedir que pudiéramos salir a la calle, lo cual logramos diez días más tarde cuando rompimos ese cerco policial con el apoyo de importantes dirigentes populares.

La Guatemala de 1944, cuando apenas habían pasado unos días del derrocamiento de Jorge Ubico, era un hervidero de libertad y de ansias democráticas que fueron alentadas por la Junta Revolucionaria de Gobierno en sus primeros días. Pero los problemas estructurales del país persistían y demandaban un cambio profundo que fue lo que vino posteriormente con los gobiernos de Arévalo y Árbenz quienes, sin llegar a plantear una revolución brutal, modernizaron al país y su economía para combatir ancestrales problemas que habían llegado a colmos como el del trabajo forzado para los indígenas con leyes como las de la Vagancia y la de Vialidad.

Mucho ha cambiado Guatemala en estos 70 años, ciertamente, pero los cambios más visibles son en muchos casos cosméticos porque los niveles de pobreza, de inequidad y de abuso de poder no son muy diferentes a los que dieron lugar a aquella gesta que algunos consideran el parteaguas para iniciar la Primavera Democrática que se vivió hasta 1954 cuando Estados Unidos dirigió la intervención que pretendía preservar los intereses de la United Fruit Company, fundamentalmente.

Hoy, 70 años después, quien venga a Guatemala verá, de entrada, un país moderno, lleno de edificios y con áreas residenciales que no dejan nada que envidiar a muchas de las mejores del mundo. Una parte de la población vive en condiciones y niveles de primer mundo y hemos dejado de vivir una guerra muy sangrienta que costó demasiadas vidas. Sin embargo, escarbando un poco en la realidad vemos que si bien hay zonas que parecen primer mundo, tenemos otras en las que hablar de condiciones de tercer mundo es todavía mucho decir porque las condiciones de pobreza rebasan cualquier nivel de comprensión y tolerancia.

Por si ello fuera poco, carecemos de seguridad y estamos con niveles de muerte más altos que los vividos durante la guerra que tanto daño nos hizo. Son 70 años propios de Guatemala, llenos de contrastes que van desde los sublime a lo deleznable por esa forma que tenemos de permitir que convivan los extremos más profundos de genios que proyectan su intelecto al mundo con un pueblo desnutrido en donde hasta el desarrollo intelectual se ve comprometido

Trabajar por mayores niveles de equidad no es comunismo sino una necesidad absoluta. Hasta para crear mercado interno y expandir la economía tenemos que ocuparnos de la justicia social. La Guatemala de hoy presenta más retos, quizás, que la de hace 70 años y aquí estamos, aquí seguimos, queriendo aportarle algo al país.

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