Raúl Molina
Rechazamos la candidatura de Eduardo Stein para la Secretaría General de la OEA por tres razones de peso: su papel en Honduras; su firma para negar el genocidio en Guatemala; y su alineamiento con Estados Unidos y la “derecha contrainsurgente” de Guatemala. La misión de la OEA para las elecciones en Honduras, poco después del golpe, en apego a la ética y el respeto de los derechos humanos, debió haber dictaminado que eran inválidas, por haberse producido en medio del golpe y la represión. Stein las avaló y la consecuencia ha sido un largo período de represión estatal que ha costado la vida a cientos de dirigentes y activistas. Como Secretario General, pareciera que, de pedirlo Washington, no dudaría en estampar su visto bueno a nuevos golpes.
Negar el genocidio es permitir que se siga cometiendo, por las vías anteriores –“tierra arrasada”— o por las nuevas –violencia estatal o criminal o simplemente hambre, miseria y desnutrición. Al negarlo, Stein transgredió los Acuerdos de Paz, que él endosó y ha utilizado para hacerse imagen, y negó el trascendental dictamen de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, elaborado con el apoyo de la ONU, que afirmó en 1999 que sí hubo genocidio en Guatemala. ¿Sería su función futura socavar a la ONU? El alineamiento de Stein con Estados Unidos no surge de su candidatura anunciada en Washington; se expresa en sus afirmaciones: quiere desideologizar la OEA. El único país que tiene como interés estratégico “el fin de las ideologías” es el que viene tratando de imponer la propia, el neoliberalismo brutal, sobre el continente y sobre el mundo entero. De hecho, el cese del debate ideologizado en nuestro continente se produce ya, para evitar disensos, vía la CELAC. ¿Hay también interés en hacerla fracasar? El alineamiento de Stein con la derecha contrainsurgente del país, consumado ante Otto Pérez, se da con la aceptación de la impunidad de los violadores de los derechos humanos durante el conflicto armado interno.
Menciono dos razones más: su paso por tres gobiernos de derecha; y seguir siendo una “figura tradicional” de los círculos diplomáticos. Como Canciller de Arzú, ignoró el fenómeno creciente de la emigración guatemalteca. Cuando se pudo haber pedido el TPS para los connacionales indocumentados, acató sin chistar la arrogancia de Arzú de no solicitarlo. Regresó con Berger, en calidad de Vicepresidente y, de nuevo, la migración, mucho más profunda, siguió sin atención y la promesa del gobierno del voto en el extranjero nunca se concretó. Hoy es asesor de un tercer gobierno de derecha, que no atina en absoluto. Finalmente, Stein es una figura más del “mundo diplomático”, que aduce que Centroamérica debe ocupar hoy la Secretaría General y que él reúne las mejores credenciales. Si se desea una OEA distinta, sus credenciales no bastan. Es tiempo de un cambio profundo, ya sea por la vía de los gobiernos progresistas de América del Sur o por la vía de representantes legítimos de nuestros pueblos, como pueden ser una de las muchas destacadas mujeres o una persona indígena o afrodescendiente que tenga una visión integral de los pueblos del continente.