Juan Francisco Reyes López
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A todo ello, ahora se agrega una enorme volatilidad, confusión e inestabilidad en el Congreso de la República al producirse una serie de renuncias y de incorporaciones de un bloque a otro bloque partidario, buscando la conveniencia personal, una serie de posibles beneficios materiales y por supuesto la posibilidad que en el nuevo partido en el que se acomodan puedan tener la posibilidad de ser propuestos como candidatos a diputados.

Si se produjese una encuesta la mayoría de los electores consultados expresarían su enojo, su desconcierto porque el diputado por el que votaron y debe ser éticamente su representante no solo no lo sea sino se mueva como meteoro de un lado a otro del esquema de partidos políticos y bloques legislativos.

La excepción justifica la regla, existen algunos diputados que a través de su trayectoria política se han visto obligados a trasladarse de un partido a otro para así satisfacer la representatividad de sus electores, pero esos son los menos, hay legisladores como por ejemplo Leonel Soto Arango que ingresó al Congreso de la República postulado por Democracia Cristiana, en bloque se trasladó al Frente Republicano Guatemalteco, luego inmigró a la Unidad Nacional de la Esperanza, en el siguiente período fue postulado por la Unión del Centro Nacional y hoy es miembro del Partido Unionista. Solo le falta que pasado mañana se integre al partido Lider. No es el único, aunque sí talvez el más llamativo. Quienes le conocen saben que es originario de “La Esperanza”, lo que implica irónicamente un contrasentido por cuanto la única esperanza que él mantiene siempre viva es la de sus intereses y beneficios personales.

Cómo confiar en un Congreso donde la prioridad no es el interés nacional, donde las agendas y los debates no son de índole político, de principios y derechos, sino son alrededor del Listado Geográfico de Obras y en lugar de representar al pueblo se representan y representan a los constructores y proveedores del Estado.

La Ley Electoral debe establecer normas que eviten el permanente transfuguismo, ya no se diga la Constitución Política de la República y la Ley Orgánica del Organismo Legislativo,. Si bien los diputados son representantes del pueblo que los eligió por sufragio directo y secreto, no pueden carecer de principios y orientaciones sociales, económicas y políticas claramente determinados.
Un diputado puede ser “canche” de Harvard, no ser católico ni cristiano, pero debe “creer” en algo que permita a quienes lo eligieron saber que nos los va a defraudar y traicionar.
¡Guatemala es primero!

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