Eduardo Blandón
«Los Jueces» es una novela que captura de principio a fin. Se trata de una historia urbana, ubicada en un barrio marginal, presuntamente una colonia, donde confluyen personajes ordinarios enredados en una trama que finaliza con el ajusticiamiento de un violador impenitente y enfermo. El retrato perfecto de los protagonistas de la novela junto a un relato impecable hacen del texto un historia convincente.
Quiero subrayar, como un hecho particular de la obra, la ausencia de nombres propios de los personajes. El autor los llama bien por el oficio que desempeñan, sus cualidades morales o también por sus defectos físicos. Entre ellos sobresalen, el Muchacho Tomador de Fotos (con esas mayúsculas), la Vendedora de Huevos, la Mesera, la Edecán, el Niño, el Energúmeno, el Hombre de las Serpientes, la Recepcionista, la Gerente, el Ejecutivo, el Presidente, el Tesorero, la Muchacha, el Policía Enano, el Policía Alto, la Tendera, la Encargada de Promoción, el Mecánico, entre otros.
Esa característica, aun cuando deja al lector en una especie de misterio en el que cada uno puede teorizar, no resta fuerza a sus protagonistas. La Vendedora de Huevos, por ejemplo, es retratada como la madre soltera, abnegada, que se abate a diario por ganarse la vida para ofrecerle a su hijo un futuro mejor. La Edecán sobresale por una infancia con limitaciones y siempre al filo de los abusos a causa de su cuerpo hermoso.
Pero así como hay legitimidad en los trazos de los personajes y el contexto de la colonia marginal, también a veces hay enigmas en ambos. Uno de esos misterios lo encarna el Hombre de las Serpientes, un sujeto que tiene por mascotas a serpientes que alimenta con ratones, pollos («tiernos y amarillos chillones»), gallinas y conejos. Y por si no fuera poco, es aficionado a la lectura de clásicos que compra en ferias de parques: Herodoto, Suetonio y Dostoyevsky.
Las contradicciones son evidentes también en el comportamiento de los miembros de la colonia que se escandalizan por la crueldad aparente del Hombre de las Serpientes cuando alimenta a sus serpientes con animales vivos, pero que se manifiestan permisivos al decidir sobre la vida de las personas que son incómodas en la comunidad.
En ese sentido, se visualiza las contradicciones de los guatemaltecos cuando, vencidos por la impunidad, desesperados, abogan por la aniquilación de los delincuentes. En la novela hay violencia: la violación de una joven de 17 años, la Edecán, y el ajusticiamiento del Energúmeno, su victimario. Pero también hay miseria moral, como cuando el padre de la Edecán se muestra dispuesto a abusarla y el Ejecutivo la engaña aprovechando la necesidad de la joven que necesita trabajar.
Estamos, en consecuencia, frente a una novela bien diseñada que goza de los atributos de un buen gusto literario, pero también de un texto que retrata una realidad siempre compleja, llena de sueños, incomprensiones, deseos, triunfos, pero sobre todo contradicciones. Una obra sin duda que anuncia que Arnoldo Gálvez tiene mucho todavía por ofrecer, para fortuna de las letras guatemaltecas.