Luis Fernández Molina
Adicionalmente, cuando un prototipo así se acompaña de capacidades superiores, crece el ego como burbuja (estilo Napoleón). Por lo mismo deriva en una personalidad vanidosa y dominante. Así ha de haber sido nuestro personaje, quiso crecer favorecido por la admiración popular; que todos lo vieran, ya sean sus contemporáneos o los ciudadanos del futuro. Y lo logró: es acaso el personaje histórico más visto en Guatemala directa o indirectamente. En efecto nos saluda todos los días desde su montura en medio de ese hermoso boulevard que él ordenó construir, La Reforma; igualmente cuando pasamos por el puente de Barranquilla o el de la Penitenciaría. Los quetzaltecos cuando ingresan a su ciudad desde Salcajá pasan por el monumento, mal llamado “Arco del Sexto Estado” construido indirectamente por su persona. Lo recuerdan asimismo las bellas estatuas de J. R. Barrios o Cristóbal Colón. Don José María, además de inquieto y osado, era un hombre culto y de finos gustos. Admiraba las ciudades europeas especialmente la Ciudad Luz; igualmente le encantaban los teatros, las óperas y, por supuesto, las actrices bellas.
Don José María era muy inquieto desde sus primeros años; a los 12 años hacía sus prácticas con trompetas y tambores castrenses; abandonó su hogar y se enroló en las filas de los movimientos rebeldes en contra del extendido dominio conservador de Carrera y luego Cerna. Aunque era sobrino del líder J. R. Barrios, no existe registro de un apoyo o apadrinamiento por parte de don Justo, no fue decisivo en su formación. De hecho empezó como simple corneta y luego como soldado raso. Tras algunos enfrentamientos con saldos negativos huyó al Soconusco (Chiapas) pero regresó para la campaña decisiva de 1871 en la que también combatía su padre. En junio de 1871 tomó parte activa y valiente en la decisiva batalla de San Lucas Sacatepéquez y luego desfiló triunfalmente en el ingreso a la ciudad capital. Tras la victoria liberal se ocupó en labores de tipografía y periodismo pero regresó pronto al servicio militar en la guarnición de su natal San Marcos.
Es de suponer que desde temprano haya sido inoculado por el virus del presidencialismo, sin embargo a sus 30 años, joven aún, venía gobernando ya por 12 su tío Rufino y todo indicaba que iba a extenderse por muchos años más. Pero en 1885 J. R. Barrios decretó la Unión Centroamericana y Reyna fue el primero en movilizarse al mando de 1,200. En esa campaña murió Barrios en abril de 1885. En medio del caos, ocupó la presidencia el segundo designado e igualmente compañero de armas, Manuel Lisandro Barillas quien concluyó el período, pero una vez en la silla temporal no quiso abandonarla y “ganó” las siguientes elecciones. Uno de sus mayores competidores que se insinuaba para nuevas reelecciones fue precisamente el inquieto Reynita a quien hubo de mantener alejado, enviándolo a una inexistente misión en Berlín.
Sin embargo Barillas desistió de su intento por un nuevo período y, por razones que no se conocen, llegó a un entendimiento con Reyna Barrios a quien volcó su apoyo frente a los otros dos candidatos: Lainfiesta y Montúfar. Sobra decir que ganó Reyna Barrios casi sorpresivamente y éste igualmente habría de ser picado por el mismo virus de la prórroga. (Continuará).