Francisco Cáceres Barrios
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Entre otros, la muerte de una vendedora dentro de un bus extraurbano por sus asaltantes en Chupol; los tres muertos del asalto a un autobús en El Tejar; el asesinato de un migrante que fuera recientemente deportado en Chichicastenango; el policía muerto en la balacera del Asintal; el muerto y la persona herida en Totonicapán; el médico baleado y su esposa herida en el kilómetro 127 de la ruta Interamericana; el muerto y los 12 heridos del asalto al autobús que se dirigía a Chiquimula y la mujer que murió; 3 hombres más heridos en el kilómetro 145 de la carretera al Atlántico y si a lo anterior le sumamos que va llegando al centenar el número de choferes víctimas de ataques armados en el transporte urbano en la ciudad capital, porque se niegan a pagar más por tantos chantajes y extorsiones. ¿Todo esto no es terrorismo?
Claro, si este comentario lo lee un funcionario sentado en la poltrona de su despacho de alguna de tantas e ineficaces dependencias responsables de velar por la seguridad ciudadana, podrá calificarme de exagerado y hasta de amarillista, pero si se enterara de lo que dice nuestra gente que por necesidad debe salir a la calle todos los días a ver cómo se gana honradamente sus centavos, podrá comprobar que no es ninguna clase de alharaca o deseos de criticar por gusto sino la triste y dura realidad. Cabe entonces preguntar: ¿van a seguir nuestras autoridades guardando la misma actitud y comportamiento mantenido durante los casi tres primeros años de su gobierno, por temor a sacar a las calles al Ejército?
Si eso es cierto, es oportuno advertirles que las calles de las ciudades y las vías de comunicación en el resto del país ya se transformaron en verdaderos campos de batalla entre quienes quieren apropiarse de lo nuestro y los que estamos dispuestos a no dejar que se nos arrebate. El pesimismo ha cundido entre la población hasta concluir en que el actual gobierno llegó al poder sin adecuados planes para combatir el terrorismo, sin estrategias, sin definir los procedimientos más efectivos de acuerdo a nuestras condiciones y circunstancias y sin contar con un equipo que, aunque no fuera élite, al menos tuviera la mínima preparación para enfrentarlo.