Eduardo Blandón

Es el caso, por ejemplo, de Gudy Rivera quien, según denuncia de la magistrada Claudia Escobar, intentó presionarla para que resolviera un amparo a favor de la vicepresidenta Roxana Baldetti, a cambio de ser reelecta como magistrada. Mafioso, pícaro, desvergonzado… cabrían muchos calificativos para el diputado que, dicho sea de paso, acaba de ser nombrado miembro titular ante la Junta Monetaria.

Don Godofredo, Gudy Rivera, es apenas una muestra minúscula del concierto de revoltosos encargados de legislar. Ya se sabe que en el Congreso no se debate ni menos se hace «lobby», lo que impera es el tráfico de influencias y la conveniencia que se materializa por medio de efectivo, dinero fresco que llenan sus bolsillos y depositan en los bancos.

Lo mismo hacen los alcaldes que «hacen lobby» para que no los metan en la cárcel. Es el caso de Arnoldo Medrano, el mago de «las visitas diplomáticas» a políticos y jueces para evitar ser juzgado. Lo que ilustra que los políticos sí saben de reuniones conspirativas, la transa y los negocios turbios.

Si aún tiene duda, considere la elección reciente de los 13 magistrados de la Corte Suprema de Justicia y 126 jueces de segunda instancia. Observe cómo se hicieron los tales «lobby»: llamadas telefónicas, reuniones en restaurantes, fotos convenientes desde teléfonos inteligentes para, finalmente, decidirse por quienes son oportunos al sistema de impunidad. Todo un artificio mañoso para continuar con lo mismo.

La idea es arrastrar el país hacia la impunidad y continuar el enriquecimiento ilícito gracias al pago de impuestos. El saqueo del erario público. Por lo que se demuestra que entre los políticos la palabra «lobby» adquiere otro significado en nuestro país. Me temo que no es de esto que hablaba nuestro respetado diplomático Gert Rosenthal.

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