Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero ayer nos dio a todos una lección de entereza y civismo como pocas veces se ha visto en Guatemala. Convencida, como ha estado a lo largo del proceso, de que se tiene que respetar lo que dispone la ley específica sobre los nombramientos y ascensos en la carrera judicial, la magistrada tomó una decisión sorprendente al renunciar a la designación que recibió para ser magistrada durante los próximos cinco años. Es una mujer que ha hecho carrera en los tribunales y que llegó a magistrada y fue reelecta para continuar con esa carrera, pero por considerar que el proceso ha sido viciado, decidió poner fin a su carrera y colocarnos a los ciudadanos en posición de tener que reflexionar sobre un gesto que es ejemplo de madurez, valentía, responsabilidad y sacrificio, valores que no estamos acostumbrados a ver en Guatemala porque es más fácil acomodarse, agachar la cabeza y seguir navegando en el mar de corrupción en que vivimos.

Posiblemente algunas personas se extrañen al ver esta renuncia o no la entiendan en su justa dimensión, pero la verdad es que yo no recuerdo haber visto un sacrificio personal de tal calibre para defender principios y valores. Entiendo que la doctora Escobar, esposa de nuestro colaborador en página Editorial Eugenio Fernández, vivía entregada a su profesión y al oficio de administrar justicia con toda ética y capacidad como jurista; no era simplemente un trabajo, sino para ella era un apostolado que, además, era un importante medio de vida y a todo ello renuncia porque considera que su elección no se enmarcó en lo que ella estuvo pidiendo a lo largo del proceso que era el respeto a las normas de una Ley que establece con toda precisión cómo es que mediante concursos de oposición se tienen que producir los nombramientos y ascensos en la carrera judicial.

En nuestro país posiblemente no tenga mucho eco ni repercusión un sacrificio personal como el de la doctora Escobar y me duele decirlo, pero no sería raro que su inmolación profesional termine siendo ignorada y hasta mal interpretada por una sociedad que se ha acostumbrado a que hay que “aceptar las cosas como son”. Pero no cabe duda que si tenemos hijos y nietos, hay que señalarles este ejemplo porque constituye un caso raro, atípico e insólito, en el que se anteponen principios y valores a la conveniencia personal y eso, aunque haya pasado de moda, es fundamental para la vida y llegará el momento en que por ejemplos como éste, resurjan esos ideales de vida.

Artículo anteriorEspecial para enfermos de nomofobia (2)
Artículo siguiente¿Será locura?