Fernando Mollinedo C.
Antes del inicio de cada nuevo gobierno en Guatemala, los funcionarios prometieron “transparencia” en actos administrativos públicos que conlleven la erogación de millonarias sumas de dinero del erario nacional. A los pocos meses, en todos los gobiernos, esto de la “transparencia” resultó el peor fiasco, o mejor dicho, un vil discurso.
La elección de Contralor, aparte de permitir conocer los “cabildeos” para elegir a personas que de forma incondicional prometan lealtad a sus amos, nos proporciona también, el conocimiento de la nómina de elegibles.
El régimen de honestidad no hizo ni hará presencia en la justicia guatemalteca; la Contraloría General de Cuentas de la Nación incumplió con el juramento de combatir la corrupción y acabar con los saqueadores del Estado responsabilizándolos por la crisis financiera que dejan en herencia, no persiguió a los entes políticos del pasado como instituciones ni como personas.
El discurso moralista de los entonces candidatos a Contralor fue atrevido y se sustentó la posición de cuidar el prestigio ganado a lo largo de su trayectoria profesional como auditores y contadores públicos dentro de la burocracia política de segunda y tercera categoría.
La línea discursiva es manipular la información para evadir el régimen de honestidad y mantener en forma real o solapada el “régimen de la corrupción valiente” donde el descaro y el cinismo son la máxima expresión en el día a día, sin ni siquiera perseguir a los funcionarios corruptos del pasado y mucho menos tocar a los del presente.
Los cabildeos pretenden recomendar e imponer en cargos públicos a familiares, amigos y encomendados de los actuales integrantes del gobierno, grupos paralelos de poder, financistas electorales y hasta del narcotráfico, sin importar la experiencia o capacidad para cumplir con las responsabilidades inherentes a tales puestos.
Se pasó de la percepción a la certeza que los principales enemigos de la población mayoritaria de Guatemala, no son los perseguidos ni los que están en las cárceles; son los enquistados en los cargos públicos estatales haciendo riqueza personal en el gobierno.
El nepotismo brutal que utilizan los gobernantes, mina el acato a la ley y engrandece el irrespeto al pueblo que intencionalmente les entregó el poder. Los ejemplos son minucias ante tantas denuncias de abuso de poder y opacidad exhibidas, las cuales reflejan el falso discurso político de “transparencia” y la corrupción como un recurso antidemocrático e inmoral.
El nepotismo, cohecho y peculado, son consideradas prácticas corruptas, así como la opacidad y la falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos, cesión de soberanía nacional disfrazada de concesiones, licitaciones y arrendamientos son ilegalidades suficientes para iniciar la persecución penal de mérito; sin embargo, la impunidad, inmunidad, descaro y envalentonamiento por la detección del poder temporal, los hace hundirse más y más en el fango del desprecio popular.