Juan de Dios Rojas

El asunto en mención, a semejanza de problemas perjudiciales al bien común, además del irrespeto a la libre locomoción tuvo inicio aparente sencillo, poco notorio. Pero casi de inmediato tuvo seguimiento veloz por demás ocurre sirve de mal ejemplo y la consiguiente imitación. Característica humana bien notoria, la miopía tiene el encargo de publicitarlo pronto.

Es de suponer que la etapa inicial siempre a modo de política empresarial y publicitaria persigue meter entre la bolsa, merced a impulsos de rigor al comprador a la espera de novedades a bajo precio. Vino a constituir una especie de fiebre y apostaron por instalar túmulos a diestra y siniestra. La etapa inicial corrió a cargo de colonias y su par los apartamentos.

No solamente afean el sistema vial tocante al capitalino, también perjudican al interior, conformado por poblados dispuestos a no quedarse en la retaguardia, caminos conducentes al ambiente rural también. Puntualizan observadores que no se les pasa nada, como en carreteras de tránsito intensivo el conteo de los aludidos túmulos rebasa la centena en su kilometraje.

Sin ir tan lejos, en la propia ciudad capital tales dolores de cabeza para el conductor día a día los mismos abundan enormemente, ante la indiferencia de las autoridades municipales y gubernamentales. De cuando en cuando se previene el hecho de removerlos. Dan la impresión de dejar pasar asuntos vinculados con la libre locomoción, mayor ingrediente de los embotellamientos.

El público lanza la pregunta cajonera a donde corresponde, por qué será nada ni nadie hace la debida destrucción de cuanto túmulo está a la vista y de restantes que conforman planes y proyectos de índole desobediencia visualizada, quién no los nota y les afecta de todos modos, salvo la miopía les impide totalmente darse cuenta de lunares molestos en dondequiera estén.

Lo peor del caso resultan no pocos adefesios, cuya altura constituye mayor problema a los automovilistas y sus unidades, afectadas en la parte baja del vehículo, sean un simple pichirilo, o un relumbrante carro último modelo dotado de adminículos capaces de proyectar la existencia de los túmulos, que continúan vivitos y coleando, como dolor de cabeza de la discutible SAT.

En pocas palabras la instalación en serie a veces de túmulos, auténtica trampa para los automotores que incrementan día día el sistema vial capitalino, qué han hecho para combatir la violencia desenfrenada y sus consecuencias funestas, la pérdida de vida es de incontables muertes cotidianamente. Luego entonces, remover sin contemplación esos tropiezos urge sobremanera.

Artículo anteriorCreatividad musical en Felix Mendelssohn
Artículo siguiente“Vida, nada me debes ni nada te debo; estamos en paz”