Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer el Congreso vivió otra de esas etapas que debieran de abrirle los ojos a la ciudadanía, como la que ocurrió cuando mágicamente se pusieron de acuerdo para aprobar la ley de telecomunicaciones que les regaló las frecuencias del Estado a sus usufructuarios. Nuevamente el poderoso caballero que es don dinero y el derecho de la nariz de cada uno de los diputados, hizo el milagro de que pudiera surgir un maravilloso acuerdo entre las bancadas más disímiles, más opuestas y enfrentadas, a partir de la elección de la Corte Suprema de Justicia, pero con ribetes en temas de presupuesto y de manejo de fondo públicos.

Y lo puede hacer porque saben que el ciudadano es más que olvidadizo, descuidado y desinteresado. En cualquier país del mundo un acuerdo de esta naturaleza haría que se sacudiera el cimiento mismo del sistema de partidos políticos porque la gente no perdonaría la burla que implica un pacto para afianzar un sistema de impunidad en el país, pero en Guatemala los políticos saben que la población todo lo olvida y que para sus actividades futuras bastará que den vales de comida, como hizo el oficialismo el domingo para amontonar gente que sirva para garantizar que los financistas les sigan soltando la plata que es, en última instancia, el objetivo de la llamada clase política nacional.

Aquí no sólo se carece de ideologías para diferenciar a los partidos políticos, sino se carece de valores, principios y pudor. Al final de cuentas todos terminan siendo lo mismo, aunque luego critiquen lo que fueron sus prácticas en el pasado o incurran en los vicios que señalan en sus adversarios.

Un lector me escribió esta semana diciendo que ante la actitud de los partidos (y eso fue antes de que se pusieran de acuerdo en el Congreso para elegir a la Corte Suprema de Justicia) había que hacer conciencia para que la gente vote nulo en las próximas elecciones. Yo le respondí en su correo diciendo que hace tiempo que yo digo que votar nulo es una expresión de que ninguno de los candidatos nos gusta, mientras que yo decidí hace tiempo no votar, no ir a las urnas, porque lo que no me gusta, ni me convence ni creo que sirva para un carajo es el sistema y la única forma de repudiarlo es la abstención.

Y cada día estoy más convencido de que el sistema en Guatemala está agotado, pero me duele ver que no es sólo por los políticos, que al fin y al cabo llegan hasta donde los deja la población. En otras palabras, si aquí las cosas no funcionan es porque no tenemos ciudadanos dispuestos a mandar a la punta de un cuerno a esta partida de farsantes.

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