Todo empezó con aquel show para “taparle el ojo al macho” en que los académicos, que en alguna época eran considerados guardianes de la transparencia y guerreros de la honorabilidad, hicieron su rol de cocineros de la impunidad, la manipulación y la componenda que mantiene secuestrado el poder de la justicia.

Recordemos que fue un derroche de recursos tener sentados por tanto tiempo a esos personajes si al fin y al cabo el resultado fue el mismo que si se hubiera sentado por dos horas a sus jefes, es decir, a las cabezas reales de los grupos o cúpulas que habían ya determinado quién sería magistrado para los próximos cinco años.

Luego, llega al Congreso de la República donde habrá que enviar a teólogos a tratar de identificar qué poder de Dios fue el que permitió un pacto entre Partido Patriota y Lider en torno a votos por impunidad y dinero de los bonos. Porque dos organizaciones que tienen tantas diferencias y que se han ofendido y acusado permanentemente de ser los responsables de los males que nos aquejan como sociedad, resulta que se vuelven socios en un plan en que hay de por medio miles de millones de quetzales y los actores para garantizarles que no se les juzgaría.

Pero, lo peor de todo, es la ciudadanía. Esa que con la cabeza bajita comenta haciendo gracia ante lo que pasa y que no se da cuenta que es por eso que se sufre de pobreza, de subdesarrollo y de la violencia. Esa ciudadanía que hoy salió de su casa sin indignarse y regresa a su casa igual porque no lleva esa sangre caliente por dentro que le genera indignación ante la burla.

De verdad, ¿les sorprende? Lo sorprendente sería que ante la indiferencia de los ciudadanos salga un grupo de personas que intente el rescate de la institucionalidad del país para detener la corrupción y la impunidad. Pero ¿para qué hacer el sacrificio si a la ciudadanía no le importa que sigamos igual?

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