Estuardo Gamalero C.
ajustandovelas@gmail.com

¿Va querer invasión de finca? ¿Prefiere robo de propiedad? ¿Quiere manifestación sindical? ¿Le gusta bloqueo de carretera?: tenemos con talanquera, arma de fuego, niños y mujeres, machetes y piedras.

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Si desea el conflicto con extranjeros, líderes religiosos o sociales, apoyo de diputados y victimización en medios, pregunte por nuestras ofertas.

Estimados lectores, el terrorismo social que está pudriendo a Guatemala, excede las ideologías de la Izquierda y de la Derecha. Un delincuente es un criminal en cualquiera de los bandos que se encuentre. Muchos de esos bandidos están disfrazados de líderes sociales, pero sus actos ilegales y sus discursos los delatan; también hay malhechores atrincherados con inmunidades políticas que transfieren recursos económicos y promueven la desestabilización nacional a través de lo que ellos llaman “conflictividad social” pero que en realidad es: “Delincuencia Social Organizada”. Los nombres de esas personas ya los tienen las autoridades y los conocen perfectamente. El gran problema ha sido la falta de presencia del Estado para imponer orden a tiempo. No me refiero a un orden represivo, sino simplemente al que toda sociedad necesita: “el respeto de la ley”.

La semana pasada, hubo manifestaciones, bloqueos y detenciones ilegales en Quetzaltenango, Quiché, Jalapa, Alta Verapaz, Guatemala y Suchitepéquez. Bloqueos de la vía pública provocados por activistas sociales que manipulan personas, a las cuales trasladan como mercancías en camiones. La mayoría de veces, dichas personas no entienden qué están haciendo, simplemente acceden por miedo a las amenazas que reciben de los activistas y en el mejor de los casos, porque les darán algún tiempo de comida gratis. Asimismo, hay agrupaciones que prestan su infraestructura, sus voces y megáfonos, para fines de desestabilización política o extorsión legislativa.

Una amiga reportera me contaba que la semana pasada recibió la denuncia de 30 muertes violentas. Sin embargo, el hecho más lamentable fue el acontecido en la aldea Pajoques, San Juan Sacatepéquez, en donde fueron asesinadas ocho personas, de las cuales siete eran miembros de la familia Pajoc Matz. No eran narcos, no eran delincuentes, no tenían deudas: eran guatemaltecos comunes y corrientes, adultos y niños, gente honrada que con el esfuerzo de su trabajo salían adelante todos los días.

¿Qué pudo motivar una masacre de tal naturaleza? De las investigaciones y declaraciones recibidas, se concluye que el detonante fue la venta de un terreno que la familia hizo para la construcción de una carretera pública en beneficio de toda la nación, proyecto que, sin embargo, tiene la oposición de un grupo que por sus actos podemos definir como delincuentes con patrocinio local e internacional. Tristemente, esos criminales mediante el recurso del miedo, manipulan a las comunidades y les cercenan las oportunidades reales de crecimiento.

Quiero dejar muy claro, que el sol no se puede tapar con un dedo y abiertamente reconozco que en Guatemala existen grandes injusticias y un enorme subdesarrollo que actúa como legítimo detonante de un clamor por resolver la desigualdad y falta de oportunidades; sin embargo, soy enfático en gritarle a esos delincuentes, que sus actos de barbarie con los que paralizan al país, impiden la libre locomoción, destruyen la propiedad pública y privada, engañan personas, las retienen, las amenazan, las linchan y las asesinan, son actos cobardes de terrorismo.

El Estado debe cerrar esa tienda que vende delincuencia social y velar porque el imperio de la ley prevalezca sin tibiezas.

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