Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

Si nos sentáramos a ver cómodamente un programa de televisión que nos presentara las vivencias diarias en forma más que ridículas, creo que aplaudiríamos al escritor, por poder caricaturizar jocosamente la vida pública de un país bananero como el nuestro.

Hace muchos años veía un programa, llamado “Aquí no hay quien viva”, en el que cada uno de los habitantes, de un viejo edificio de Madrid, personifica a cada uno de los estratos, y características de la sociedad, aún hoy lo siguen transmitiendo.

Si describimos a algunos personajes públicos de nuestro país, podemos observar, que pareciera que estamos viendo un mundo paralelo, o, probablemente ellos nos ven a nosotros así.

¿Por qué paralelo? Porque con sus actitudes demuestran tanta inmadurez, o desconocimiento de su propia realidad, (Ya no digamos la nuestra) situaciones, que han convertido a varios personajes públicos, en personajes tragicómicos, que llenan espacios cada vez más extensos en las redes sociales, y en las tertulias cotidianas.

En lo personal, me da pena ajena no por las personas, por el país que destruimos diariamente, no solamente con las oraciones, y palabras más desenfadadas que se pueden escuchar, tan toscas, que si de una película se tratara, probablemente llamaría a risa, me da pena por el país que cada vez se hunde más en la mediocridad, y que no se avizora cambio sustancial en los personajes que se hacen cargo del aparato público.

Creo fervientemente, que cada quien es dueño y responsable de sus actos, pero cuando se trata de la cosa pública, la situación cambia, y el impacto de una frase u oración también.

Sé que no somos los únicos, ya que al leer noticias de España, una presentadora, externó en relación a la muerte de una niña, se asombró que una carta del entorno de la joven fallecida hace un año, estaba firmada por un tal Q.D.E.P., parece ser que la presentadora desconoce qué personaje puede ser Q.D.E.P.

La mayoría de los españoles se indigna por los horrores que comete la presentadora, pero acá parece que ya perdimos el poder de asombro, ya que nuestras máximas autoridades, tanto en relación a la política interna, como externa, carecen de asesores, o no les escuchan, y el resultado es que han perdido el respeto total de los ciudadanos.

Se ha mencionado, en innumerables oportunidades que los EE. UU., los oligarcas guatemaltecos, y otros más, asumen que este país es su finca, y por lo tanto, poco les importa lo que suceda, o deje de suceder, pero a los mismos probablemente, con más desfachatez aún se ha sumado la mal llamada clase política, quienes piensan que este país en el que vivimos, con todas sus carencias es su patio de atrás, en el que pueden salir a hacer lo que les dé la gana, dudando totalmente de nuestra inteligencia, o ¿Será que nosotros debemos dudar de la de ellos? Aunque pareciera un juego de palabras, esa es la realidad que vivimos.

O somos nosotros los tontos, o son los que piensan que lo somos, el problema es que se autopresentan, como los machos y las hembras de una charreada mexicana, solamente que 1) No estamos en México, 2) Se trata de personajes públicos y 3) Son nuestros máximos representantes, y en el punto 3, se encuentra el meollo del asunto, si así nos representan, ¿Cómo somos nosotros, los ciudadanos guatemaltecos? Sencillo como mozos de cuadra, cuyo único objetivo es llevar la silla, limpiar el caballo y obedecer órdenes.

El fondo del asunto estriba en que no vivimos en una película, no somos una finca, ni un rodeo, sin embargo, nosotros aceptamos las sandeces que a diario declaran (A muchos porque tienen de que reírse) y ellos ya creyeron, que los años en el poder son interminables, y que pueden decir y hacer lo que quieran, pero todo es falso, como la vida que viven este tipo de personajes.

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