María José Cabrera Cifuentes
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El caso de Escocia no es un caso aislado, recientemente el caso de Crimea sacudió al mundo, dividiéndolo en aquellas personas que estaban a favor o en contra de la separación de esta península de Ucrania y su adhesión al gigante europeo: Rusia.

Los referéndum nacionalistas pueden ser interpretados como el resultado de movimientos que por muchos años se han gestado y desarrollado localmente, muchos de estos movimientos no han fructificado aún, pero no por eso dejan de estar en el tintero, esperando la mejor coyuntura para salir a luz. El actual podría ser precisamente un contexto adecuado para la proliferación o afianzamiento de estos grupos, pudiendo llegar a convertirse en un efecto dominó que pudiese incluir a localidades como Cataluña (cuya consulta está pendiente) y el País Vasco, refugiándose bajo la sombrilla de la autodeterminación de los pueblos.

Es necesario decir que el separatismo, casi siempre es visualizado por los estados como una amenaza; ya sea por razones históricas o por motivos de autodeterminación, el sentimiento independentista de los ciudadanos en el mundo es tan legítimo como cualquier otro derecho, lugares como Cataluña, Quebec,  y recientemente Escocia, son el perfecto ejemplo de la demanda de identidad nacional posmoderna, pues en estos casos y en este contexto, se hace de manera pacífica y de manera constitucional, pues en otros, han surgido movimientos separatistas violentos que intentan obtener su soberanía a base de atentados terroristas como lo son los casos de IRA en Irlanda y ETA en el País Vasco.

A Guatemala esta realidad le atañe y mucho, principalmente por dos razones. En primer lugar, porque incluso dentro de nuestro pequeño país se han iniciado movimientos impulsores de tipo secesionista en el noroccidente del país, cuyos efectos podrían llegar a ser incluso la separación definitiva de estos quienes en oportunidades distintas han manifestado el deseo por ser independientes y convertirse en un micropaís sin vínculos al Estado guatemalteco.

Por otra parte, es importante recordar que Guatemala tiene un diferendo territorial pendiente con Belice, el cual en la actualidad por donde se vea cuenta con una serie de limitaciones importantes para ser resuelto y en el que se ha visto todo menos buena voluntad para darle fin. Si bajo las condiciones actuales de la legislación beliceña se llevase a cabo la Consulta Popular simultánea prevista por el Acuerdo Especial suscrito entre ambas naciones, seguramente la disputa se puede considerar perdida.

En la actualidad existen derechos y elementos que no se deben dejar de tomar en cuenta al avizorar una nueva condición del mundo. La eliminación de fronteras que es una característica de la globalización, viene de la mano con la exaltación de la maximización de los beneficios locales, tal es el caso de Escocia. Querer conservar el statu quo de la geografía es cerrar conscientemente los ojos a una realidad que hoy más que nunca es cambiante de forma ineludible.

Buscar la desunión o desvinculación al propio Estado, es un fenómeno complejo y debe ser sujeto a un profundo análisis de sus causas y motivaciones, la pregunta es ¿Quién debe decidir la separación de un territorio? Y, en el caso particular de Guatemala, si estaríamos preparados para afrontar la independencia de quien la quiera o incluso de desatendernos del caso Belice y olvidarnos del referéndum sobre el reclamo territorial.

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