Luis Fernández Molina

Cuando arribaron las noticias de la muerte de Barrios en Chalchuapa en 1885 todo el país se agitó. Renunció el primer designado, Alejandro Sinibaldi; el cargo le correspondía a Lisandro como segundo designado, pero el Ministro de Defensa Juan Martín Barrundiaquería interponerse. En plenas honras fúnebres de Barrios el general Barillas que venía de Quetzaltenango –donde era Jefe Político– exigió la presidencia que le correspondía y amenazó con la tropa de 5,000 soldados que estaban acantonados en los Potreros de Bolaños (Guarda Viejo). Ante tan inesperada acción tuvo que ceder Barrundia y Barillas asumió la presidencia temporal (que meses después habría de extender en elecciones). Tarde se dio cuenta Barrundia que no eran tantos los soldados que acompañaban a Barillas, eran solo 25. ¡Le funcionó la finta!

En las postrimerías de su gestión Manuel Lisandro hizo apacible entrega del poder (único desde Barrios hasta Arévalo). Convocó por separado a cada uno de los 3 candidatos para preguntarles cuál sería la actitud de su gobierno respecto al propio Barillas que en su ímpetu habría cometido “algunos errores”. Francisco Lainfiesta le contestó que su mandato se regiría por el estricto cumplimiento de la Constitución y se aplicaría la ley. El simpático y culto Lorenzo Montúfar, expuso una catilinaria en defensa del orden constitucional y del imperio de las leyes. Por último Reyna Barrios le contestó que no se hablara de eso porque ambos estuvieron en el Ejército y admiraban a Justo R. Barrios, que por lo mismo sabría respetarle y protegerle. El favorito era Lainfiesta pero al tercer día de votación, miles de indígenas del altiplano bajaron de las montañas para votar –cosa inusitada– y ¡vaya sorpresa! ganó Reyna Barrios. Cabe indicar que años antes Barillas, que quería perpetuarse, envió al incómodo Reyna a un consulado en Alemania; hizo el viaje y al llegar se llevó la sorpresa que nadie tenía noticia y quedó varado.

Pero en medio de esos dos episodios de obertura y cierre, Barillas continuó autocráticamente, con muchas políticas de Justo R. Barrios como es el fomento del cultivo de café, anticlericalismo, la “reconquista” de territorios ancestrales, la alianza con gobiernos liberales de Centro América. Cuando Ezeta derrocó al liberal Menéndez en El Salvador se provocó la primera Guerra del Totoposte (1890) y por eso mismo Rubén Darío vino huyendo a Guatemala en su primera y más larga estadía. Fue acogido por Barrientos quien asimismo dio beca a Enrique Gómez Carrillo. Fundó el Instituto Belén. Remodeló el Teatro Carrera que, por supuesto, cambió de nombre por Teatro Colón.

Fue después alcalde de Xela y tras el magnicidio de Reyna Barrios –su candidato– en 1898, tuvo que exiliarse en México donde, como enemigo de Estrada Cabrera, fue bien recibido por Porfirio Díaz, pero todo indica que Estrada ordenó asesinarlo lo que sucedió en 1907 en el Centro Histórico de la ciudad de México, en una calle que, adivinen, se conoce como “Calle Guatemala”.

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