Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Cada quien a su manera, en estas épocas afloran las palabras en redes sociales y algunos gestos con los que muchos buscan dar a conocer ese “patriotismo” que llevamos dentro, y es necesario preguntarnos ¿cómo lograr mantener que ese “fuego de la antorcha” no se apague durante los otros 364 días del año?

Guatemala es un país de maravillas y de contrastes. Yo estoy seguro que nadie, absolutamente nadie se puede decir satisfecho de nuestra situación actual. Podrá haber algunos que, por las razones que sean, pensarán que vamos en el rumbo correcto, pero será porque son miopes, cómplices o políticos que deben repetir esa letanía.

No podemos sentir orgullo de tener más de cinco mil muertos por año; que a estas alturas del siglo XXI se nos mueran niños de hambre; que no hayamos invertido en el sistema de salud al menos el equivalente al monto de las mordidas en la venta de medicinas; o que nuestros niños se eduquen con maestros pésimamente mal preparados y sin acceso a la tecnología (la herramienta del siglo).

Es imposible pensar que sin involucrarnos con ese espíritu del “15 se septiembre”, podremos liberar a un sistema (entendiendo sistema como todo el aparato estatal) que está deliberadamente secuestrado y aniquilado para responder a intereses obscuros e ideológicos.

Como consecuencia de ello tenemos instituciones que no cumplen con su papel y por tanto vemos a un Ejecutivo que es más un gestor de negocios que un planificador y ejecutor del futuro del país, un Congreso que es un reducto de mucha gente inescrupulosa y poco preparada (con sus excepciones), y un Sistema judicial incapaz de brindar justicia pronta y cumplida, salvo para aquellos que son usuarios del sistema paralelo.

El patriota no puede sentir orgullo de que Guatemala sea el país con menos ingresos fiscales del mundo y que lo poco que entra se destine a satisfacer la necesidad de los corruptos que hacen piñata con el presupuesto de la Nación a costa de la muerte de otros. La corrupción desmedida que nos afecta es el delito de lesa humanidad del siglo XXI que nos roba toda oportunidad de enderezar el rumbo.

No podemos sentir orgullo de tener que convivir con una pobreza que nos debería doler hasta lo más profundo de nuestro ser, que además nos hace que nuestra gente sea el principal producto de exportación y que sus remesas detengan la explosión de nuestra particular burbuja.

Como dije con anterioridad, estoy seguro que somos muchos los que sabemos que tenemos muchas cosas positivas en el país, pero que se ven opacadas por las negativas que nos afectan.

El reto que se nos plantea es grande y apasionante y es el hecho que vivamos el espíritu del 15 se Septiembre para que ello nos permita enfrentar nuestros males y combatirlos amparados en un sistema en el que se juegue bajo reglas claras, de verdad, y que quien la haga, la pague.

Esa será la única forma en la que podremos construir un futuro prometedor y romper las ataduras del mal, que ya sea por indiferencia o complicidad, hemos permitido que al día de hoy, marquen nuestro futuro.

Artículo anteriorEl discurso de Rafael Correa, en el V Foro Regional Esquipulas
Artículo siguienteDiminuto patriotismo