Raúl Molina
Arévalo tuvo la responsabilidad de aplicar la Constitución de 1945. Aunque no lo hizo solo, ya que contó con brillantes funcionarios y militares honestos y leales, sí impuso su sello como educador y promotor del “socialismo espiritual”. Dio gran énfasis a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, lo que no ocurría en muchos lugares del mundo, cuando aún no se había aprobado la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Educación y el magisterio fueron favorecidos, declarándose el 25 de junio como “Día del Maestro”, en justo homenaje a María Chinchilla. Se estableció la alfabetización como prioridad nacional y se promovió la educación primaria obligatoria. También fue favorecida la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac), reconocida constitucionalmente como nacional y autónoma, con lo cual inició un período de gran florecimiento (limitado luego por la contrarrevolución de 1954 y violentado por Lucas García a partir de 1978). Se introdujeron reformas sustanciales en la salud y se estableció el sistema estatal de seguridad social a cargo del IGSS. Los trabajadores, tanto urbanos como rurales, pasaron al centro de las preocupaciones del Estado con el Código de Trabajo. Miles de campesinos, muchos de ellos indígenas, empezaron a recibir tierras del Estado. También fue muy importante la solidez financiera lograda con el Banco de Guatemala y la Junta Monetaria. Significativos entre los derechos culturales fueron la revalorización de la cultura maya y el apoyo a las artes.
Los derechos civiles y políticos fueron centrales. La “ley fuga”, la tortura en las mazmorras policiales y la persecución política fueron eliminadas, mientras que la seguridad ciudadana hizo posible un clima de tolerancia y desarrollo, que hoy ha desaparecido. El sistema judicial se prestigió, distinto a la realidad presente. Surgieron partidos políticos, de diversas tendencias, desde la derecha hasta la inscripción del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), en 1948. La libertad de prensa fue total, dando paso a periódicos y emisoras de diversas tendencias, abriéndose sus páginas a opiniones políticas de todos los matices. Se usó una fórmula de política internacional que más tarde sería recogida por el Movimiento de No Alineados: no a la ubicación ni con los Estados Unidos ni con la Unión Soviética. Un factor que llevó al imperio a crear, junto con la jerarquía de la Iglesia Católica, la idea del “peligro comunista”. Empezó la conspiración de los poderosos. (Continuará)