Eduardo Blandón

Eso explica el nepotismo que cunde por las instituciones de Gobierno. Y mientras el Presidente pudo haber hecho la diferencia, dada su investidura como el principal líder del país, más bien (porque quizá sea el más voraz de todos) también no ha dejado ir la oportunidad para compartir con su familia las mieles del poder.

Y si el nepotismo se practica desde la más alta esfera política, es lógico pensar que los demás no se queden atrás. El Presidente es su modelo y arquetipo cuando se trata de aprovechar los espacios para beneficio de los íntimos. Aunque lo nieguen con toda clase de argumentos, como ese de «yo no he dado ninguna orden para el contrato o el beneficio de las personas que se mencionan», «si obtienen beneficios lo reciben como ciudadanos, debido a sus méritos, no por influencia de nadie».

Los alegatos van y vienen, como la bancarrota segura que se aproxima. Ya no da la bolsa pública, pero poco interesa cuando se puede acudir a préstamos, venta de bonos o lo que sea para agenciarse de recursos frescos ahora que se puede. La idea es aprovechar la oportunidad y dejar constancia que se pasó por el gobierno no de manera impunemente.

El país se adelgaza y la anemia se extiende. Es la razón por la que se intente de todo. Ayer vendíamos las empresas del Estado, hoy vendemos el subsuelo para su explotación… mañana no se sabe a qué acudir. Lo seguro es que siempre tendremos políticos. ¿Qué devorarán? De repente se vuelvan vampiros de tiempo completo. Caníbales del siglo XXI.

Artículo anteriorLa astucia
Artículo siguienteEl Estado: un tonel con hoyos