Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

El primero en sucumbir ante una agresiva y fulminante leucemia fue el general del Ejército, Ricardo Izurieta Caffarena, a quien conocí como cadete en los años que tuve el honor de vestir el uniforme de la Escuela Militar Bernardo O´Higgins. Ricardo, miembro de una prestigiosa y económicamente destacada familia de Chile, mereció los ascensos de la vida militar hasta convertirse en comandante en jefe del Ejército de Chile.

En los últimos 14 años nos reunimos muchas veces y tuve el honor que me impusiera en uno de los patios de la Escuela Militar la máxima condecoración del Ejército de Chile, la Cruz de la Victoria. También tuve el agrado que su distinguida esposa compartiera con nosotros algunos días en Guatemala. En el mes de marzo, durante un almuerzo, última vez que estreché su mano, convenimos que este año, con su esposa y alguno de sus hijos, vendrían de vacaciones a Guatemala como mis invitados. Dios no lo permitió.

Como corresponde al protocolo también estructurado de la República de Chile y de sus fuerzas armadas, Ricardo fue despedido con un impresionante ceremonial en nuestra querida Escuela Militar, donde el Ejército y las autoridades civiles le rindieron el justo homenaje establecido por su grado y por su desempeño como comandante del Ejército de Chile. A mí solo me queda decir: “Hasta pronto compañero”.

El segundo deceso que ha afectado a mi persona y a mi familia ha sido el fallecimiento del embajador Julio Gándara Valenzuela, patriarca de una numerosa familia que hoy pierde, después de 90 años de vida, a quien ha sido un ejemplo para todos ellos y también para nuestra querida Guatemala.

Conocí a Julio hace muchos años, por cuanto el abuelo de mis hijos, doctor Guillermo Wyld Gándara y él eran primos. En esos años, Julio y yo no simpatizábamos, él ya era un abogado, compañero de promoción del presidente Marco Vinicio Cerezo Arévalo, de doña Raquel Blandón y de muchos otros profesionales. La carrera la había realizado casado, trabajando, siendo Gerente de una conocida institución bancaria; como él me lo comentara, lo hizo por una sana ambición profesional y como un ejemplo a su prole.

Con el pasar del tiempo, Julio fue nombrado embajador por el presidente Cerezo en la República de Chile, situación que creó las condiciones para que en uno de mis muchos viajes me presentara a la embajada a saludarle, él me dio la bienvenida e iniciamos una nueva relación, la cual fue mejorando. Conocí a un hombre extremadamente trabajador, eficiente, orgulloso de ser guatemalteco, que tanto en Chile, Costa Rica, Brasil y Argentina representó a tres distintos gobiernos. A todos los que lo conocimos nos impresionaba su tenacidad, su eficiencia. Fue maestro de varios funcionarios diplomáticos que con el pasar del tiempo también llegaron a ser embajadores, como es el caso de Alfonso Matta, Ángela Garoz y de mi hija María Elizabeth Reyes Wyld. A ambos los extrañaré.
¡Guatemala es primero!

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