María José Cabrera
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Más allá del conflicto de poder económico, político y militar entre unos y otros, la lucha de ideas y de su prevalencia es importante, y ambos se han valido de diferentes métodos para lograrlo, especialmente a través de los medios de comunicación.

El bloque conformado por Estados Unidos y, principalmente, la actual Unión Europea, han tenido una influencia contundente en este lado del mundo (Guatemala), logrando vendernos muy bien la idea de su supremacía, convenciéndonos de que no hay verdad más allá de la occidental y además de que somos parte de ellos.

Tradicionalmente nos hemos visto bombardeados por enormes cantidades de información desde una perspectiva occidental, lo cual no está del todo mal, sin embargo, para comprender la realidad tal cual, especialmente la realidad que involucra el antagonismo que aquí abordo, es necesario ir más allá y buscar más de un lado de las cosas.

En los últimos tiempos, los analistas hablan de una inminente decadencia occidental, liderada principalmente por el descenso de su mayor exponente: Los Estados Unidos, y seguida por la Unión Europea, quien pareciera no poder desvincularse de las decisiones de ese país.
Como una especie de nueva guerra fría ha resurgido el absolutamente riguroso contraste entre ambos que, si bien es cierto, nunca ha dejado de existir, se había logrado atenuar un poco tras la caída del muro de Berlín.

Aunque la forma de ver el mundo de un principio y la ideología ya no son quizá los principales puntos de discordia entre los “bandos”, el conflicto y la lucha permanente de poder entre ambas partes sigue siendo indiscutible. No obstante, en la actualidad el mundo dominado tradicionalmente por Occidente, está reconfigurándose y dando paso a la existencia de una multipolaridad definitiva.

Por un lado, la decadencia de la credibilidad de un Occidente que pretendía ser la insignia de los derechos de los seres humanos, especialmente de aquellos que implicaban la libertad en cualquiera de sus formas, se han estado convirtiendo paulatinamente en la contradicción de aquello que en un principio se proclamaba con tanta fuerza.

Por otro lado el Oriente que, aunque ha estado tomando fuerza en algunos de los países que lo conforman, en otros, los conflictos internos han sido devastadores y destruido miles de vidas humanas.

No quiero decir con ello que la esperanza está perdida para el mundo, pues ni uno ni otro son buenos, sino que seguir viviendo y moviéndose en términos de categorías que han funcionado en la historia pero que en la actualidad han demostrado no ser eficientes es erróneo, y que forzar su supervivencia, puede ser perjudicial para cualquiera.

Creo que es más importante dejar de pensar en términos Occidente-Oriente y empezar a pensar en términos de lo que es más efectivo para la Humanidad. Más allá de uno u otro hay que pensar en el bienestar de Siria, de Irak, de Ucrania, entre muchos otros, despojándolos de los estigmas que el Oriente les confiere según nosotros los “occidentales”.

Los humanos tenemos la particularidad de no aceptar la otredad, mientras eso no sea distinto, la autodestrucción seguirá siendo la realidad. La paradoja es que sin darse cuenta, Oriente ya no es tan Oriente y Occidente ya no lo es tanto. La nueva configuración del mundo y fenómenos como la globalización y la migración pueden poner en duda estas categorías. De esta cuenta sería interesante reconocer al otro en sí mismo y terminar con una histórica guerra de cosmovisiones.

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